El maltrato psíquico es el peor de los maltratos, penetra tan lentamente que la persona que lo recibe, aún percibiendo ciertas señales de alarma, intenta seguir adelante, minimizando esas alertas, disculpando, comprendiendo al «agresor»

«Cansancio, problemas de la infancia, alcohol, estrés… En el fondo es una buena persona, aunque me grite, me humille, me ridiculice ante mis familiares o amigos, me reproche continuamente los fallos o errores que cualquiera puede cometer, aunque me mienta y me manipule hasta conseguir que haga lo que él quiere y yo en principio me negaba… aunque controle cada paso que doy, a quién llamo, de dónde vengo o por qué he tardado cinco minutos más en llegar…  a pesar de que deje de hablarme o mirarme durante días sin explicarme el motivo… En el fondo, no quiere hacerme daño, es que ha tenido un mal día y en quién lo va a descargar, sino en mi, que soy su persona de confianza. Normalmente me trata bien, a veces, hasta me hace algún regalo o me prepara el aperitivo.» Estas son algunas de las muchas excusas que una persona inmersa en una relación de maltrato suele darse a sí misma, para continuar conviviendo con su pareja.

Al no encarar la realidad, por miedo a sufrir un castigo más duro, o enfrentarte a ese humano sentimiento de miedo a la soledad o al fracaso ante la sociedad, el veneno va penetrando en tu mente, anestesiándote, cada día vives con más normalidad lo que está sucediendo, ni recuerdas los motivos de enfado o discusión, te vas ausentando, diluyendo. Lentamente, este veneno va provocando en ti sentimientos de desesperanza, desilusión, agotamiento, debilidad e incluso ideas de suicidio.Visualizas la muerte, no porque quieras dejar este mundo, sino porque ni puedes, ni quieres continuar viviendo de esa manera y no encuentras escapatoria.

Frustración. Foto: Solarix. Encerrada, prisionera dentro de una asfixiante caja de cristal.

Cuando ya no te quedan «glóbulos rojos», cuando has consumido todas tus energías, te das cuenta del sinsentido de tu vida, entonces quieres escapar, huir de esa trampa, de esa jaula de barrotes de oro, en unos casos, o de esa sala de tortura en otros, pero te das cuenta de que te faltan las fuerzas, has perdido tu esencia de persona, has perdido tu fuerza del yo… 

Solicita ayuda, tú sola no puedes arrancarte todo ese dolor, volver a recuperar la confianza en ti, reencontrarte con tu mirada al frente y no hacia el suelo, renovar tu esperanza, tu ilusión, tu proyección en el futuro.

Importante es pedir ayuda profesional, importante es atreverte a contarlo a los amigos de confianza, a la familia, dejando de lado esos sentimientos de vergüenza ante lo que posiblemente los demás puedan opinar de nosotros. Entrar en una relación de maltrato nos puede pasar a cualquiera, no es síntoma de baja inteligencia, ni de falta de personalidad, ni de debilidad emocional. Lo prioritario es salir rápido de esa relación tóxica que te engancha como si fuese una droga y va minando de forma insidiosa tu autoestima, anulando a la persona y dejándola sin fuerzas para escapar.

Haber formado parte de una relación de maltrato es un desafortunado accidente en tu vida del que te puedes recuperar. Lucha por ello, confía en ti y en las personas que están a tu lado.

Erradicar la violencia de género es responsabilidad de todos. Padres, profesores,   psicólogos, educadores, instituciones educativas, tenemos que estar alerta y formar a nuestros hijos, alumnos, niños y adolescentes en valores, con el propósito de evitar la transmisión del machismo y de la violencia en general.

Siempre hay una salida, un rayo de luz que ilumina el camino. Foto: Sally Gall.

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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