La frescura y naturalidad de los dibujos realizados en la primera infancia tiende a desaparecer en la edad escolar. En el colegio se favorece el desarrollo del espíritu científico en detrimento del artístico y se hace prevalecer el orden, la exactitud y el cumplimiento de reglas estrictas que dificultan el dejarse llevar por la espontaneidad.

Cuando a un niño, que ya ha pasado por este proceso, se le invita a realizar un dibujo o una redacción libre, se sentirá desvalido, pues su regla interior le prohíbe precisamente la libertad.

Hay niños que dibujan familias en posición de “firme” sin fondo ni vida. La rigidez de sus dibujos depende de un “yo” más rígido, que impone reglas severas a su espontaneidad vital y la inhibe. 

Todavía recuerdo la frustración y el sentimiento de impotencia que me produjo enfrentarme ante un papel en blanco cuando me disponía a realizar una redacción sobre el hogar, propuesta planteada por la profesora de lengua y literatura en cuarto curso del antiguo plan de bachillerato para participar en un concurso organizado por la empresa multinacional de Cocacola. Probablemente, el bloqueo fue debido tanto a esa rigidez e inhibición de la creatividad que me llevaba a pensar que era una persona con escasa o nula imaginación, como a mi resistencia a expresar la ambivalencia de sentimientos surgidos frente a ese ‘hogar’ en el que había dado mis primeros pasos en la vida. Ojalá yo hubiese sido tan valiente y expresiva como Fernand, el hermano mayor de Léolo en la brillante película de Jean-Claude Lauzon, que dejó el folio en blanco y cuando el orientador de su centro educativo le preguntó qué era lo que había dibujado, contestó abiertamente: un conejo blanco en la nieve.

Sé que busqué en la enciclopedia Larousse el significado de este vocablo, para mí frío y extraño, y que, sin embargo, estaba relacionado con el calor. Derivado del latín ‘focus’, el hogar es ese lugar de la casa donde se enciende el fuego y que suele estar ubicado en un espacio común e importante de reunión familiar (cocina, comedor). En el hogar se cocina, se come, se entra en calor, se charla de manera informal o se hacen confidencias, también donde la familia se entretiene en tareas de artesanía. Derivados de la raíz indoeuropea, encontramos varios significados relacionados con el concepto de luz: brillar, mostrar, traer a la luz y faro.

Luz y calor, dos elementos vitales para el desarrollo humano. En un primer momento, es la madre la que da a luz a un recién nacido que amamanta, cuida y protege con su calor. A medida que pasan las semanas, el entorno familiar, el hogar que los padres deben haber preparado para la llegada del infante, cobra mayor relevancia en ese cuidado, estímulo, guía y protección.

Padres, hermanos, abuelos pueden ser, por un lado, faros que iluminen algunos de los caminos que existen para el desarrollo de la personalidad, de la afectividad, de la inteligencia, de la sociabilidad y, por otro, fuentes de calor, que facilitarán, con su amor, con su apoyo y comprensión, la adquisición de autonomía y libertad para tomar decisiones a lo largo del curso de la vida.

Cuando los padres educan con rigidez y autoritarismo humillan a sus hijos, les pervierten, anulan o cambian su voz, su lenguaje, su forma de ser o de sentir. Les convierten en actores, impostores de su identidad, traicionando sus propios sentimientos; el niño o la niña ‘educados’ de este modo son simples ‘borreguitos’ que inhiben sus pensamientos y sentimientos en pro de aquellos que sus padres les ‘imponen’ como ‘correctos’. Dejan de ‘ser’ ellos mismos, para ‘ser’, una vez adulterados, lo que sus padres desean.

Los niños, por regla general, se rebelan, pero cuando comprueban que no hay salida, se someten para procurarse el perdón y conservar el amor de los ‘poderosos’, el amor de sus padres, imprescindible para mantenerse con vida. 

El mundo del niño es su familia y las relaciones que mantiene con sus padres, hermanos y hermanas son muy importantes para la evolución de su personalidad.

Si es educado por padres muy severos, sometido a una sujeción educativa persistente, se provoca en el niño un estado de ansiedad constante. El temor ansioso es el negativo de una gran agresividad subyacente censurada y reprimida. Otros tipos de reacciones que pueden aparecer en los niños ante un estilo educativo autoritario, con exceso de normas, perfeccionista y represivo:

  • Reacción depresiva. A veces, la agresividad es vuelta contra uno mismo. Entonces no se advierten conductas agresivas ni rebeldes. En su lugar, apreciamos una tendencia a malquererse y despreciarse que puede conducir al niño hasta un verdadero estado de irritabilidad y depresión.
  • Reacción regresiva. Cuando una situación de conflicto interior crea una angustia insoportable se produce una regresión defensiva que traslada a la persona a una etapa de su vida en la que no tenía ese conflicto y era feliz. Los niños se comportan como si fuesen más pequeños de su edad, vuelven  a mojar la cama, dejan de leer, se retraen en situaciones sociales, etc.

Las experiencias en la infancia son muy importantes porque pueden determinar la existencia de problemas psicológicos en otras etapas de la vida. Vital es el afecto verdadero. Un entorno familiar carente de estas manifestaciones de cariño es la principal causa de la aparición de trastornos con los que el niño intenta lograr esa sensación de seguridad tan decisiva para un desarrollo y crecimiento saludable.

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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