Son muchas las personas preocupadas por su imagen, por la opinión que los demás se forjan acerca de ellas. Se debaten entre su propio autoconcepto, sus propios valores y los que la sociedad y su entorno más próximo o más apreciado le ofrecen como alternativa. La imagen que nos devuelve el espejo, en muchas ocasiones no nos suele gustar. Podemos sentir envidia, celos, nos gustaría ser como tal o cual persona porque admiramos su capacidad de seducción, o su fuerza en el deporte, o su valía en el trabajo.   

Crecemos comparándonos con los demás, un proceso natural que se vuelve en contra nuestra cuando se apodera de forma obsesiva de nuestra motivación diaria. No podemos vivir comparándonos, cada ser humano tiene una personalidad, unos valores propios o adquiridos, una historia de vida, unas circunstancias particulares que hacen que resulte muy difícil alcanzar una comparación objetiva, saludable o constructiva.  

¿Por qué hablo del yo posible? Porque entre nuestro yo real, el que creemos ser, y nuestro yo ideal, el que nos gustaría ser, puede haber una gran distancia. ¿No será más sensato dirigir nuestros pasos hacia el logro de ese yo posible? ¿Y cuál sería ese yo posible? Unas expectativas inalcanzables nos conducen a la frustración y al fracaso. Podemos crecer, podemos mejorar y pulir ciertas actitudes, ciertos hábitos.

Nuestro yo posible, es ese que podemos alcanzar, ese que podemos realizar porque contamos con los materiales y las herramientas necesarias, ese con el que nos podemos encontrar porque ya, alguna vez, lo habíamos imaginado, lo habíamos soñado pero de una forma realista, sin perdernos en castillos celestiales ni en pasadizos subterráneos.

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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