El amor romántico, que desde la infancia se nos inyecta vía Disney, recursos de tradición oral como los cuentos y patrones de socialización, consiste fundamentalmente en posesión, dominancia y superioridad del rol masculino sobre el femenino, dinámica en la que la mujer queda totalmente anulada, alienada y al servicio del hombre. El grado extremo es la situación de maltrato psicológico y físico, por supuesto, pero también hay otro machismo y maltrato más sutil que pasa desapercibido y que hasta las mismas mujeres, sin darnos cuenta, transmitimos y potenciamos al someternos sin crítica, rebelión o defensa alguna.   

No es ninguna tontería, esto del amor romántico, pues aparte de la banal consecuencia de que en el día de los enamorados, los grandes almacenes o restaurantes hagan caja, -esto sería lo de menos-, otras consecuencias más graves se producen cada día tanto en el terreno de lo privado, como en la calle, en los centros educativos o en el trabajo.   

La cosificación de la mujer como objeto bonito, sensible, erótico, amante, cuidadora exclusiva de niños, ancianos y enfermos, es algo a rechazar tanto por hombres como por mujeres. ¿Por qué tenemos que asumir un rol tan tóxico, tan autoaniquilante? Las mujeres tenemos que empezar por esa revolución interior que se llama AUTOESTIMA y empoderarnos, agarrar con fuerza las riendas de nuestra vida, sentir la libertad y la independencia de poder elegir nuestro destino: vivir solas o en pareja, tener hijos o no tenerlos, ocupar cargos de poder, liderar cambios políticos.  

¡Basta ya de dejarnos ningunear, someter o maltratar!

La mujer necesita su propio proyecto vital – Foto: Herbert List

Una mujer, para sentirse realizada, necesita desarrollar un proyecto de vida propio, aunque decida vivir en pareja. Cuando una mujer sueña con casarse y tener hijos, pronto se da cuenta de que algo falta en su vida, empieza a sentir ansiedad, depresión, molestias y dolores corporales. 

¿Qué está sucediendo? Asumir el proyecto del otro, no conlleva el sentimiento de autorrealización. Cada persona es responsable de su vida, de su felicidad, de su crecimiento, evolución y madurez. Cuando se pone en manos del «amado» ese diamante íntimo y personal, se corre el riesgo de perder la dirección y el sentido de la existencia.

 

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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