Por Maribel García
Hoy en día, el Abuso Sexual Infantil (ASI) es una pandemia de la que no somos conscientes, y el principal transmisor que ayuda a su mantenimiento y propagación, es el silencio. Entre un 10% y un 20% de la población sufrió abuso sexual siendo niño o niña. Yo pertenezco a ese porcentaje, y voy a exponer mi caso porque estoy convencida de que la única forma de luchar contra esto es hablar, ponerle conciencia y con ello generar la necesaria prevención para que deje de suceder.
Cuando tenía aproximadamente 6 años, mi abuelo, el padre de mi padre, empezó a abusar de mí. Tengo un solo recuerdo nítido: cómo se ponía una mano en su boca pidiéndome silencio, pues mi abuela estaba al otro lado de la puerta, y cómo con la otra mano, me tocaba los pechos y la entrepierna. Tengo otros recuerdos que no sé si son o no ciertos: que me visitara en las siestas, sus miradas lascivas. Esto de no recordar o dudar de lo sucedido es muy común en víctimas de ASI. El olvido, para un niño, es, la mayoría de las veces, la única herramienta posible para sobrevivir en un entorno hostil. Una herramienta que seguimos utilizando a lo largo del tiempo, porque todos preferiríamos que esto no hubiese pasado.

De mi historia quiero destacar el que, en mi opinión, es el dato más relevante para estar alerta: “El 90% de los niños son abusados por familiares o conocidos de la familia”; y es que cuando un niño siente peligro corre, sólo se queda porque el abusador despierta autoridad, confianza o cercanía en él.
Yo viví el abuso sin entender qué sucedía porque tenía 6 años y mi abuelo era mi persona preferida, así que lo más probable es que, incluso, me gustara la idea de que él me eligiera a mí, porque lo único que quieren los niños es que los amen y a ciertas edades no entienden el cómo, de hecho, en mi caso, no lo recuerdo como algo que me resultara desagradable. Fue años más tarde, cuando entendí que aquella conducta era sexualizada e inapropiada, y el hecho de no recordar que yo sufriera con aquello, me hacía sentir cómplice y en consecuencia, culpable.
La culpabilidad es otro de los síntomas de víctimas de ASI. En mi caso, he experimentado como adolescente y adulta más casos de acoso y abuso sexual, siempre por hombres bastante mayores que yo, y en entornos de confianza como el trabajo. Siempre me he sentido culpable y responsable en todos los casos, pensaba que era yo quien los provocaba, no entendía por qué los atraía. Ahora sé, que desde muy pequeña desarrollé, sin quererlo y sin ser consciente de ello, un carácter seductor. Lo que aprendí con mi abuelo es que la seducción sexual es la vía para hacerte de respetar y querer por las figuras de autoridad.
En consecuencia, no sólo desarrollé un carácter seductor, también uno alegre y evasivo del dolor: tenía un constante interés en asegurarme que todo estaba bien y que yo era muy feliz, apartaba todo lo que no me gustaba. A cualquiera que me preguntara le decía que mi infancia había sido muy feliz, y ya no recuerdo el momento en el que lo creí de verdad, porque para creer aquello necesité olvidar la realidad, y al ocultar aquel recuerdo también oculté gran parte de mi infancia. El olvido se integró y se expandió en mi vida.
Para terminar quiero nombrar cual fue el detonante por el que me legitimé, después de más de treinta años, como víctima de abusos sexuales infantiles. Y es que entendí al escuchar a otra víctima de ASI, que ABUSO SEXUAL INFANTIL, ES TODO. Muchas de nosotras y nosotros le quitamos importancia porque no se consumó la penetración anal o vaginal, porque no nos acordamos bien de lo que sucedió, porque no se alargó en el tiempo, pero da igual, porque a día de hoy yo sé que parte de lo que soy es por culpa del abuso, y me niego a seguir mirando hacia otro lado. Si yo le sigo quitando importancia a este tema, quien se aprovecha del silencio son los abusadores, y más niños, seguirán sufriendo las consecuencias.

No es fácil reconocerse a una misma que es víctima de ASI, yo llevo más de 4 años en terapia. Fui porque tenía un trastorno de ansiedad que nunca relacioné con este tema, de hecho, me negaba a tratarlo porque me parecía que no tenía tanta relevancia. Creo que es ahora cuando he sentido la importancia, porque es ahora cuando tengo la fortaleza para enfrentarme al dolor que supone mirar de frente todo aquello que aconteció en mi infancia, es ahora cuando puedo hacer frente a la vergüenza que supone contarlo, al miedo al rechazo, la incomprensión de los demás…
Mi experiencia, desde que he decidido hablar, es que cada vez que lo digo bien alto, más víctimas se atreven a nombrarlo, y al hacerlo, hay algo que sana dentro de cada una, y ésta es la intención por la que escribo este artículo, para que sean muchas más las personas que se atrevan a decirlo a sus familias, amigos… para que se hable de este tema, se rompa con el estigma de hablar de la sexualidad, se señale y denuncie al abusador, para que defendamos a nuestros niños, y apoyemos y comprendamos a los adultos que lo han sufrido.
Maribel García
#HazloPorTi #CuidaTuSaludMental
Muchas gracias, Estefanía. Hablar ayudará a dar visibilidad a este horror que se oculta tras las paredes del hogar familiar y más personas se atreverán a denunciar o a sacarlo a la luz sin sentir culpabilidad o vergüenza por ello. Un saludo
Gracias por tu valentía, creo que ayudas mucho contándolo.