El género es una categoría social construida a lo largo del tiempo a través de la cual se atribuyen a cada sexo unas características, unos patrones de conducta, unas normas sociales y expectativas, y el sentimiento de pertenencia a un género u otro, que no les son propias desde el nacimiento, sino que se interiorizan conforme evoluciona en una determinada sociedad (1).
Por lo tanto, el género es una construcción social que más que explicar cómo son los hombres y las mujeres, guía cómo deben ser y comportarse, y pueden determinar cómo perciben y viven sus experiencias y conflictos, pudiendo condicionar sus estrategias de afrontamiento e influir en las posibles conductas patogénicas y en las maneras de enfermar que puedan tener (2).
A lo largo del proceso evolutivo interiorizamos expectativas y normas sociales referentes a las diferencias en cuanto al sexo, adquiriendo con ello la identidad de género femenina o masculina (2). La identidad de género es la experiencia personal de identificación de uno mismo como hombre o mujer y conlleva el sentimiento de pertenencia y la posesión de un conjunto de sentimientos y pensamientos referentes a la categoría de género con la que se identifique (3).
Este proceso de adquisición de la identidad de género, ocurre en la primera infancia y tiene la función de cambiar comportamientos para que se ajusten a las normas sociales imperantes en el medio. Estas normas influencian la percepción individual del entorno propio, produciendo un impacto en el proceso de aprendizaje, siendo reforzadas unas conductas y castigadas otras (4).
Hay agentes socializadores o instituciones, como la familia, la escuela y los medios de comunicación, que influyen en la adquisición de la identidad de género y que participan de este proceso de refuerzo o castigo de conductas. Estos agentes contribuyen a que los niños y las niñas adquieran patrones de comportamiento diferenciados, promoviéndose, por ejemplo, en los niños la valentía y en las niñas la ternura (2).
Estas diferencias de comportamiento también se reflejan en las conductas en salud de hombres y mujeres. Por ejemplo, los hombres tienen más conductas de riesgo, como consumo de alcohol y drogas, conducción temeraria etc.; y las mujeres presentan mayor número de síntomas y enfermedades crónicas. Esto se debe a los factores psicosociales asociados a los roles y normas de género que tienen un papel en la creación, el mantenimiento y el reforzamiento de conductas que influyen en las diferencias que encontramos en la salud de hombres y mujeres (5).
A pesar de conocerse la influencia de los roles de género en los comportamientos en salud, se ha estudiado poco sobre las causas que motivan que los hombres adopten estilos de vida menos saludables, mayores riesgos y menos creencias y conductas que promuevan la salud, y que las mujeres tiendan a comprometerse con más conductas promotoras de la salud y tengan patrones de estilo de vida más saludables, como el uso de recursos sanitarios (5) pero presenten un mayor número de enfermedades, mayores tasas de enfermedades crónicas y discapacidades, peor salud física y mayor consumo de medicamentos que los hombres (6).
Aun siendo una realidad que en la última década se han aumentado el número de investigaciones sobre género y salud, todavía quedan muchas cuestiones por conocer para poder conseguir que hombres y mujeres adopten conductas más saludables y dispongan de un mejor estado de salud.
Beatriz Regadera Martínez
Psicóloga General Sanitaria con perspectiva de género
Nº Col: M-34783
Referencias bibliográficas:
(1) Brabete, A.C., y Sánchez-López, M.P. (2012). How does the gender influence people’s health? Data of as Sample of Romanian people living in Spain. Procedia–Social and Behavioral Sciences, 33, 148 152.
(1) Sánchez-López, M.P. (2014) La salud de las mujeres: Análisis desde la perspectiva de género. Madrid: Síntesis.
(2) Benlloch, I.M. (2005). Actualización de conceptos en perspectiva de género y salud. Universidad de Valencia. Disponible en: http://www.msssi.gob.es/organizacion/sns/planCalidadSNS/pdf/equidad/03modulo_02.pdf
(3) Carver, P.R., Yunger, J. L., y Perry, D. G. (2003). Gender identity and adjustment in middle childhood. Sex Roles, 49, (3/4).
(4) Kenji, D., Corbin, W., Lejuez, C., y MacPherson, L. (2014). Collegue Men and Alcohol Use: Positive Alcohol Expectancies as a Mediator Between Distinct Masculine Norms and Alcohol Use. Psychol Men Masc, 15 (1), 29-39.
(5) Brabete, A. C., Sánchez-López, M.P., Dresch, V., Cuellar-Flores, I., y Rivas-Diez, R. (2013). Gender issues implications on health. health behavior: New York: New Research. Inc. 81- 10.
(5) Sánchez-López, M. P., Cuéllar-Flores, I., y Dresch, V. (2012). The impact of gender roles on health. Women & Health, 52, 182-196.
(5) Courtenay, W.H. (2000a). Behavioral Factors Associated with Disease, Injury, and Death among Men: Evidence and Implications for Prevention. The Journal of Men’s Studies, 9 (1), 81-142.
(6) Case, A., y Paxson, C. (2005). Sex differences in morbidity and mortality. Demography, 42, 189–214.
(6) Kirchengast, S., y Haslinger, B. (2008). Gender differences in health-related quality of life among healthy aged and old-aged austrians: cross-sectional analysis. Gender Medicine, 5, 270-278.
(6) Limiñana-Gras, R.M., Sánchez-López, M.P., Saavedra-San Román, A.I., y Corbalán-Berná, J. (2013). Health and gender in female dominated occupations: the case of male nurses. The Journal of Men’s Studies, 21, 135-148.