Con las nuevas tecnologías aparecen nuevas formas de violencia y de control. El porcentaje de casos de violencia digital es muy alto entre adolescentes y aumentó durante el confinamiento. Es necesario inculcar a los adolescentes el valor de la privacidad y diferenciar lo que pueden ser muestras de amor al chantaje emocional y el control.
- Acosar o controlar a tu pareja usando el móvil: mandando muchos mensajes o haciendo llamadas no para ver -cómo está- sino para saber -dónde está- y con quién.
- Interferir en relaciones que tu pareja tiene con otras personas en internet: “con quién te escribes?”, “estás online ¿con quién estás hablando?”…
- Espiar o “cotillear” el móvil de tu pareja (ver sus mensajes privados, a quién da like o comenta, sus fotos privadas etc.).
- Censurar fotos que tu pareja publica y comparte en redes sociales (por ejemplo con comentarios despreciativos o diciendo que le preocupa que otros tios le tiren).
- Exigir a tu pareja que te demuestre dónde está mandándote su ubicación a través de whatsapp o pidiéndole fotos.
- Obligar a tu pareja a que te envíe imágenes íntimas o de contenido erótico: “si no lo haces es que no me quieres”.
- Comprometer a tu pareja para que te facilite sus contraseñas de redes sociales: “es que no te fías de mi?”.
- Obligar a tu pareja a que te muestre un chat con otra persona: “si no me lo enseñas es que algo tienes que esconder”.
- Mostrar enfado por no tener siempre una respuesta inmediata online: “por qué tardas tanto en contestar?”.
Muchos jóvenes tienen un concepto distorsionado de la privacidad, no entienden el valor de la misma ni el peligro que conlleva no tenerla y la limitación de libertad que supone que tu pareja pueda acceder a tu móvil o redes sociales cuando se le antoje. Lo ven como algo inofensivo, llegando a creer que dar la contraseña es una muestra de amor, que si hay confianza, la privacidad no tiene por qué existir o que hay que demostrar que no se esconde nada dando nuestras contraseñas: “entre las parejas no hay secretos”.