Cada persona es única e irrepetible y no, no lo digo como un tópico, sino como algo real, tangible, algo que a lo largo de estos treinta años de carrera profesional he podido vivir y sentir día a día. Esto es lo que más amo de mi labor, el hecho de descubrir, una a una, a aquellas personas que se deciden a visitarme, a consultar sus dudas, sus inquietudes, a expresar sus miedos, sus angustias. No tardamos mucho en dar un giro a esa maraña gris y comenzamos a reír, a mirar las situaciones cotidianas que nos abruman o atormentan desde otras perspectivas diferentes, a compartir temas positivos, constructivos… A veces, vienen personas que creen estar perdiendo el tiempo por dedicar unos minutos a hablar de algo que no tiene que ver con ellos, enseguida comprenden lo importante que es salir del egocentrismo «maligno» y echar una miradita al exterior… Cuántas cosas hermosas nos estamos perdiendo… La vida interior es positiva siempre que sea constructiva, nunca cuando uno se encierra en sí mismo para hacerse daño.
Desde mis inicios como psicóloga, allá por los años ochenta, he dicho que mi mayor satisfacción es recibir las palabras o encontrarme con las miradas de agradecimiento de las personas que tras acudir a la consulta se sienten mejor con ellos mismos y con los demás. Mi vocación es orientar, acompañar a esas personas que se hallan perdidas en un punto, que, a veces, creen sin retorno, y, cuando encuentran de nuevo su norte, me siento, muy, muy feliz.
Esta última semana he recibido un correo electrónico de un cliente al que atendí en 1987. Me comenta que, ordenando unos papeles en su casa, descubrió el informe psicológico que sobre él redacté en aquella fecha. Como no sabía mi dirección actual -han transcurrido 27 años- consultó en esa maravillosa base de datos que es Internet, se puso al corriente de mi trayectoria profesional y me escribió un correo electrónico en el que pone de manifiesto los duros momentos vitales vividos durante su depresión y que, en la actualidad, con sus más de 60 años, se come el mundo como empresario, como padre y como abuelo, disfrutando de la vida. Concluye su misiva diciendo:
‘Solo me queda agradecerle a usted su trabajo profesional que me ayudó bastante a superar esa angustia que mucha gente padece, porque estamos muy indefensos ante esa lucha que se llama vida cotidiana’
Si, es cierto, y por honestidad debo reconocer que me hizo ilusión leer esas líneas y dejarme llevar por la emoción y el orgullo ‘sano’ al saber que mi labor como la de tantos otros profesionales de la psicología es reconocida.
Los psicólogos tenemos doble trabajo cuando alguien acude a consulta ya que, por un lado nuestra tarea es escucharle y ayudarle a comprender y afrontar sus dificultades y, por otro, luchar contra el estigma o los prejuicios existentes en torno a nuestra profesión. Una veces nos enfrentamos a la desconfianza, el recelo de los que vienen por ‘probar’ aunque reconocen no tener ‘fe’ en los tratamientos psicológicos; otras, a su resistencia por el miedo a descubrir quienes son y/o causarnos una mala imagen de ellos mismos; o al temor que les produce sentir que van a ser juzgados como seres inferiores; o a que les adivinemos los pensamientos…. a que rompamos sus relaciones de pareja o a que no veamos correctos sus deseos de divorcio; a veces, también nos enfrentamos a la creencia de que nuestros servicios son caros, largos y poco provechosos…
Otra paciente tras superar una depresión severa escribió estas hermosas palabras acerca del proceso psicoterapeútico:
‘A muchos nos ha pasado que gracias a la terapia psicológica se llega a un punto en que pasamos de llevar una mera existencia a vivir con mayúsculas. Es como pasar de ver en blanco y negro a descubrir que existen los colores e ir poco a poco aprendiendo el significado de cada uno. Con respecto a cómo iniciamos el cambio, me gusta un proverbio chino de que hasta el más largo de los viajes comienza con un sólo paso’.
Estas sencillas muestras de agradecimiento son de gran valor para las personas que nos dedicamos al cuidado, estímulo y desarrollo de la autoestima y de la salud mental de los que nos requieren como terapeutas. Los resultados de la terapia o tratamiento psicológico pueden resultar difíciles de valorar, -los científicos trabajan en ello-, sin embargo, las personas que han pasado por consulta, saben cómo llegaron y cómo se van; parece, incluso, que han crecido físicamente, y es porque caminan mirando al frente.
En la terapia siempre dejo claro que mi encuentro no se produce con un paciente, esto es, con una persona que pasivamente tiene que aceptar y asumir todo lo que le dice su psicólogo. Mis encuentros psicoterapeúticos los realizo con personas activas que vienen a pedir ayuda, pero con la intención de poner de su parte, de colaborar, y es que sin esfuerzo personal no hay mejoría. Yo les digo que el trabajo terapeútico es al cincuenta por ciento, por eso no utilizo diván. Dos sillones y una mesa, dos vasos de agua, papel y lápiz, suele ser suficiente para comenzar ese tránsito por pasillos y recovecos mentales que nos conducirán a la salida más constructiva. Me viene a la memoria otra frase de una persona que, con un trastorno bipolar a cuestas, realizó este pasaje conmigo:
‘Nacemos en una fecha concreta, pero comenzamos a vivir en otra muy distinta’.
Mª Nieves Martínez Hidalgo
Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com
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