Es cierto que muchas veces el temor a equivocarnos nos frena en cosas tan sencillas como necesarias; por ejemplo, llamar a una amiga de la que hace tiempo que no sabes nada, preguntar a un compañero de trabajo si se encuentra mejor de su depresión; iniciar una conversación con la persona con la que compartes asiento en el tren o el autobús; o, incluso, pedir ayuda cuando lo necesitamos.

El orgullo mal entendido suele estar debajo de esta capa de aparente inseguridad; si nos equivocamos, podemos sentirnos ridículos, avergonzados, débiles o inmaduros… es decir, «humanos». Karen Horney hablaba del deseo de «gloria» y es esa imperiosa necesidad del ser humano de sentirse superior al resto de los mortales e incluso a «Dios», el que le lleva a comer la manzana del árbol prohibido.

El hombre y la mujer «pecamos» muy a menudo de esa soberbia que nos impulsa a infravalorar a los demás, a no dejarnos «SER» y a perdernos por el camino. Descuidamos esa brújula interior que todos llevamos dentro en ese afán de brillar en lo social, de alcanzar la «gloria» o el «poder».

Una retirada a tiempo, unos minutos de reflexión mirando hacia dentro con autenticidad nos pueden devolver a la senda natural de nuestro destino, único e irrepetible, como ese ser humano que conformamos cada uno con nuestra propia genética y nuestra propia historia de vida.

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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