Muchos creemos ser empáticos cuando realmente lo que estamos mostrando es simpatía. ¿Estás seguro de que eres empático/a?, ¿te gustaría poder ayudar a tus seres queridos en mayor medida pero crees que no dispones de más herramientas?

La empatía no es algo con lo que nacemos, es algo que adquirimos a través de la educación desde pequeños. Se suele decir que las mujeres son más empáticas y sensibles que los hombres, pero lejos de ser algo innato, es un aprendizaje por el que pasamos durante nuestra niñez, desde los juguetes y las películas que vemos, hasta el espacio que nos da la familia, los profesores y los amigos para expresar nuestras emociones. Así, vemos como en general a los niños se les enseña a reprimir las emociones que socialmente están asociadas a la debilidad, las cuales sí se refuerzan en las niñas, como la tristeza y el llanto; y se alienta a los niños a la expresión de emociones ligadas a la fuerza y valentía, como la agresividad y la ira.

Ilustración por Miss Regadera

Por lo tanto, las diferencias que se pueden encontrar en los niveles de empatía de hombres y mujeres están marcadas por la educación recibida y el contexto familiar y social. Con esto quiero remarcar que la empatía no es algo de lo que se pueda carecer sin remedio, al igual que no tiene por qué ser algo que la persona emplee de manera constante, sino que, se puede mostrar empatía en ciertas situaciones y en otras, por ejemplo, por las circunstancias personales del momento como por estrés o saturación emocional, solo se muestre simpatía.

Pero ¿qué diferencias existen entre la simpatía y la empatía? y, ¿por qué es importante conocer las diferencias y lo que genera en la persona que está sufriendo?.

A pesar de lo que se suele entender por empatía, ésta supone mucho más que ponerse en el lugar del otro. Se trata de escuchar y conectar con lo que está sintiendo la otra persona, dar validez y legitimar esos sentimientos, sin restarles importancia. Esto suele ser mucho más difícil de llevar a cabo cuando los sentimientos que nos está expresando la persona afectada han sido generados por alguna de nuestras acciones. En general, solemos ponernos a la defensiva, tomando como un ataque el dolor que nos está comunicando la otra persona, sin conectar con ese sufrimiento, distanciándonos de él y de la persona, lo que genera una desconexión que, lejos de ayudar a la persona o facilitar nuestro apoyo a la situación y a que la conversación pueda ser constructiva, puede dar lugar a mucho más sufrimiento en ambas personas.

Otro tipo de reacción muy comúnmente empleada cuando alguien nos expresa que se siente mal, es la simpatía. Cuando nuestra respuesta se basa en la simpatía, lo que ocurre es que no estamos conectado con las emociones de la otra persona, ya sea por pereza, por indisposición propia, por falta de motivación para implicarse con la persona a un mayor nivel, o por falta de herramientas de inteligencia emocional, por no haber podido conocer y practicar la empatía desde pequeños. Las respuestas que descansan en la simpatía, no solo no se comprometen con las emociones que está expresando la persona, sino que le quitan peso, puede juzgar si deberías o no sentirte así y se limitan a buscar la solución al problema en cuestión.

La simpatía también tiene beneficios ya que puede ayudar a la persona afectada a relativizar la situación para que le afecte menos a nivel emocional y así analizar las posibles soluciones con más calma. El problema reside en que, normalmente, cuando buscamos a alguien para contarle cómo nos sentimos respecto a algo, no estamos intentando que nos ayuden a encontrar una solución, sino que en realidad lo que queremos es que nos escuche, que nos dé a entender que ha conectado con cómo nos sentimos y nos dé ese apoyo emocional que necesitamos en el momento.

¿Qué pasa cuando la respuesta esperada de empatía no aparece?

Cuando nos sentimos mal y se lo contamos a alguien, sobre todo a alguien en quién confiamos y a quién queremos (familia, pareja, amigos…), y la respuesta es de simpatía, se produce una desconexión con la persona, porque esa falta de implicación a nivel emocional, ya sea voluntaria o por falta de recursos, hace que la persona afectada se sienta incluso más desconsolada. Cuando confías en alguien para compartir tu malestar y no te da esa ayuda emocional, sino una respuesta más práctica, como la simpatía, puedes llegar a decepcionarte, al no sentir que la otra persona reconoce tus sentimientos, y que se genere una desvinculación con la persona a la que has recurrido, llegando incluso a dejar de expresar tus emociones con esa persona.

¿Qué solución podemos poner en práctica si nos hemos visto identificados con lo anterior?

Si creemos que nuestra familia, amigos o pareja, no sabe conectar a nivel empático con nuestro malestar, y esto nos afecta, podemos comunicárselo a través de la asertividad (este tema lo dejamos para nuestro siguiente artículo), para facilitar que la conversación sea constructiva y podáis entenderos sin llegar a discutir de manera agresiva, explicando la diferencia entre simpatía y empatía y ayudando con ejemplos (como los que podéis encontrar al final del artículo).

 

Ejemplo 1: Situación: Le cuentas a tu amigo que te ha dejado tu novia.

  • Respuesta simpática: Bueno tío, no os iba bien de todos modos! (Aquí, no solo no conectas con lo que siente tu amigo, sino que le quitas importancia a un tema que, obviamente, es importante para él. Este tipo de situaciones repetidas en el tiempo genera que la persona no vuelva a recurrir a ti en busca de consuelo).

  • Respuesta empática: Siento que estés pasando por esto, entiendo que tiene que ser doloroso, sabes que puedes contar conmigo. (Aquí conectas con las emociones del otro, validas lo que siente y le muestras tu apoyo. La respuesta empática puede ir seguida de la simpática, ya que una vez habiendo conectado con las emociones del otro podéis pasar a buscar soluciones).

 

Ejemplo 2: Situación: Le cuentas a tu pareja que has pasado una situación muy violenta con una amiga y te ha hecho daño.

  • Respuesta simpática: Es que no deberías haber ido a hablar con ella, sabías a lo que te atenías. No vuelvas a hablar con ella y ya está.

  • Respuesta empática: Siento mucho que haya pasado eso, tienes que sentirte destrozada (abrazo), no te lo merecías. Seguido de respuesta simpática: Como ya sabes cómo es esa chica, intenta cuidarte de ella.

 

Ejemplo 3: Situación: Le cuentas a tu hermano que algo que ha hecho en la fiesta te ha hecho sentir mal.

  • Respuesta simpática y defensiva: bueno, eso es cosa tuya/ qué quieres que le haga, al menos te he invitado. La próxima vez no vayas y ya está.

  • Respuesta empática: Vaya, no me he dado cuenta, entiendo cómo te has tenido que sentir, no era mi intención, lo siento, tendría que haber estado algo más atento a ti.

 

Si creemos que no somos empáticos, o sentimos frustración cuando alguien que queremos nos expresa su malestar y no sabemos cómo ayudarla, podemos informarnos más sobre la empatía, leer por internet más artículos, libros sobre el tema o incluso ver vídeos online sobre inteligencia emocional; y cuando alguien comparta su frustración o dolor con nosotros, pararnos a escuchar detenidamente qué nos está contando, ponernos en su lugar e intentar entender qué está sintiendo, para poder hacerle ver que hemos conectado con ella y darle nuestro apoyo. Tras esto, siempre podemos añadir la respuesta simpática en busca de alguna solución.

Beatriz Regadera Martínez
Psicóloga General Sanitaria con máster en estudios de género
Nº Col: M- 34783

 

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