En general, las personas nos encontramos limitadas por emociones como la culpa, la ansiedad o la rabia y tendemos a situarnos en dos polos opuestos respecto a los estilos de comunicación. Algunos se muestran pasivos, permitiendo que pasen por alto sus derechos o necesidades y que otros decidan por ellos, prefieren aguantar su malestar y evitar el conflicto.  Mientras que otras personas emplean un estilo de comunicación agresivo, expresándose de manera hostil y exigente, costándoles ser objetivos y respetar a los demás, ya que solo tienen en cuenta sus intereses y sentimientos.

Desde pequeños aprendemos a responder imitando el comportamiento de las personas que hay en nuestro entorno y recibiendo refuerzos y castigos en nuestra manera de comunicarnos. Así, las personas que aceptan de manera pasiva situaciones en las que deberían decir lo que piensan, han sido educadas en la complacencia, anteponiendo las necesidades de los demás por encima de las propias, para evitar posibles conflictos, ser rechazados o la sensación de culpa por haber dañado los sentimientos de alguien.

Según hayamos visto a las personas de nuestro entorno ser complacientes o agresivos a la hora de expresar su opinión o defender sus derechos, es más fácil que tengamos interiorizada esa forma de reaccionar y responder, lo que no quiere decir que no podamos trabajarlo y aprender a tener un estilo de comunicación con el que respetar y expresar nuestros sentimientos y necesidades, y defender nuestros derechos respetando también los del otro.

El primer paso es ser conscientes de nuestra manera de responder, de cómo nos afecta y cómo afecta a las personas que queremos, y darnos cuenta de la necesidad de mejorar nuestra forma de expresarnos para tenernos en mayor estima y tener una vida social más satisfactoria.

Estamos hablando de la asertividad, que al contrario de la pasividad o la agresividad, es un estilo de comunicación efectivo y que muestra confianza en uno mismo, porque se pide de manera consciente, clara, honesta y legítima que se respete tu opinión, lo que hace que tengas muchas más probabilidades de que se te escuche y tu petición se tenga en cuenta, además de ser una manera efectiva de decir no, negociar y ser dúctil a la hora de lograr lo que queremos, y todo sin dañar a los demás.

La asertividad es la capacidad de autocontrol a la hora de expresar lo que pensamos o sentimos de manera consciente y constructiva sin dejarnos llevar por las emociones, sin bloquearnos o sin mostrarnos hostiles, generando una situación violenta a través de nuestras exigencias.

Cuando nos comunicamos desde una postura defensiva y/o con agresividad, se pierde el objetivo de la conversación, y aunque nuestros puntos de vista puedan ser válidos, expresados desde la ira nos desacreditamos nosotros mismos, no se facilita la transmisión del mensaje de una manera clara ni que el final de la conversación sea positivo.

Si realmente quieres que tu mensaje llegue a la otra persona, es mejor emplear la asertividad, dando espacio a la otra persona para entender tu punto de vista, facilitando que no se genere una discusión agresiva, que se pueda hablar sobre el tema de manera tranquila y llegar a un punto en común.

 

 ¿Puedo aprender a ser asertivo?

 

La asertividad es una habilidad que se puede aprender y mejorar. Las personas con baja autoestima y baja confianza en sí mismas tienen más dificultades para poder expresar o defender lo que piensan o sienten de una manera sincera y no hiriente.

Por otro lado, la asertividad no se puede aplicar o no da buen resultado en todos los contextos porque tu mensaje puede ir en contra de los intereses o valores de la otra persona y porque hay personas que tienen facilidad para malinterpretar la asertividad y tomársela como un ataque personal.

Pero independientemente de que la conversación que tengamos salga bien o no, la asertividad nos da más seguridad a la hora de expresarnos y siempre podremos quedarnos tranquilos de que hemos intentado comunicarnos de la manera más constructiva y menos ofensiva posible y, aunque no hayamos obtenido el resultado esperado, es reconfortante y genera una sensación de autenticidad que refuerza la valoración de nosotros mismos.

Normalmente, cuando nos cuesta negarnos a algo que nos han pedido se debe al miedo al rechazo o al enfado de la otra persona, también solemos tener pensamientos que nos hacen sentirnos mal con nosotros mismos “soy un mal amigo por decir que no”, pero esto no es un pensamiento racional, en lugar de ello, debemos buscar un pensamiento alternativo que tenga sentido como “tengo derecho a decirle que no porque no me viene bien en este momento y no por ello soy un mal amigo”. Expresándoselo con asertividad, si la persona se enfada igualmente, tu sabes que estás en tu derecho de decirle que no, y si te hace sentir mal por ello, también podrías expresárselo de manera constructiva, facilitando que entienda tu punto de vista.

Otro error es asumir que la persona sabe lo que estás pensando o lo que necesitas, lo que hace que adoptemos una actitud pasiva ante un problema, y que éste pueda hacerse más grande y complicado de resolver. En lugar de dar por sentado nada, debemos expresar a nuestra pareja, amigos, familiares o jefes lo que pensamos o necesitamos, ya que, de tener solución, puede resolverse de manera sencilla y, en el caso de no tenerla, al menos hemos dejado constancia de cómo nos sentimos y ello nos da una sensación de valía, en lugar de sentirnos pequeños, ignorados, no respetados e incluso llevarnos al enfado con la otra persona.

Cuando queremos expresar algo que nos ha molestado o hecho daño de la otra persona, para evitar que la persona se lo tome como un ataque, tenemos que comunicar desde la primera persona cómo nos sentimos, porque los sentimientos no son discutibles ya que sólo los conocemos nosotros mismos. Existe una gran diferencia entre decir “Eso que has hecho está muy mal” y “Me ha dolido lo que has hecho”. En la primera frase, estamos juzgando lo que ha hecho la otra persona, lo que si puede ser discutible y además acusa o culpa al otro; en cambio, en la segunda, no juzgamos el acto de la otra persona, sino que decimos cómo nos ha hecho sentir, lo que da pie a la otra persona a no tomárselo como un ataque directo.

Por otro lado, no basta con decir cómo nos sentimos, porque dejamos recaer toda la responsabilidad sobre la otra persona. Además, tenemos que explicar qué es lo que nos gustaría: “Me ha dolido lo que has hecho y preferiría que la próxima vez pudieses consultármelo primero”. Esto facilita que la otra persona no se ponga a la defensiva, que nos escuche, empatice con nuestros sentimientos y sea más abierto a buscar una solución.

De no ser así, tenemos que mantener en mente el objetivo de la conservación, ya que en una discusión tensa es fácil que se pueda ir de las manos. Nuestro objetivo es comunicar de manera asertiva cómo nos sentimos o qué pensamos respecto a algo, no ganar la discusión.

La precisión de nuestro mensaje sobre qué es lo que queremos también es importante intentando evitar ideas vagas y manteniendo una línea clara de discurso. Si añadimos los motivos por los que nos gustaría conseguir lo que pedimos (ej. Mejorar la relación de pareja) reducimos las posibilidades de rechazo ya que la otra persona puede ver que hay un motivo real que sostiene nuestra petición y no es un arranque o capricho.

 

A continuación, vamos a ver los pasos a seguir para transmitir nuestro mensaje de manera asertiva:

 

  • Objetivo: conseguir que entiendan tus necesidades y emociones y realizar una petición con la que llegar a un acuerdo o solución. No ganar la discusión ni convencer ni imponer.

 

1- Compartir los hechos sin realizar ninguna interpretación personal, sin juzgarlos ni criticarlos y explicándolos de la manera más objetiva posible, ayuda a que la otra persona no se ponga a la defensiva y sea más receptiva a nuestra petición (Ej. “Cuando salimos con tus amigos no hablas mucho conmigo”).

 

2- Identificar y responsabilizarnos de nuestras emociones, deshaciéndonos de nuestro papel de víctima, para poder expresar nuestros sentimientos sin culpar al otro. (Ej. “Me siento ignorada o desatendida”).

 

3- Comprender nuestras necesidades, ya que éstas son las que nos generan sentimientos negativos cuando no están cubiertas, como la necesidad de sentirnos queridos, la necesidad de reconocimiento de nuestro trabajo y/o esfuerzo…

 

Siguiendo con el ejemplo: la persona no siente cubierta su necesidad de sentirse querida. Puedes molestarte con tu pareja porque cuando salís con sus amigos se centra en hablar con ellos y a ti no te presta mucha atención, y, en realidad, no es el acto en sí lo que te ha molestado, es decir, no te molesta que hable con sus amigos, sino el no sentir cubierta tu necesidad de cariño y atención. Entendiendo nuestras necesidades resulta más fácil comunicar cómo nos sentimos y para la otra persona será más sencillo comprender qué necesitamos. En lugar de decir, “no me quieres” (donde estamos realizando una interpretación de la situación), si decimos “no me siento querido”, no culpabilizamos al otro, lo que posibilita que se muestre más abierto a la escucha.

 

4- Conectar con los demás realizando una petición que también respete las necesidades del otro y con la que podamos expresar qué es lo que queremos o esperamos de los demás, pero tenemos que intentar que sea en positivo, sin exigencia, para no parecer que antepones tus necesidades a las de la otra persona, y detallado (Ej. “Me gustaría que estuvieses un poco más atento a mi cuando estamos con tus amigos”). Otro ejemplo que viene muy bien cuando nuestro interlocutor tiene un estilo de comunicación agresivo: en lugar de decir “no me chilles así” podemos decir “me gustaría que me hablaras con respeto, sin levantar la voz”.


Os recomiendo empezar practicando estos pasos con situaciones que os resulten fáciles y, poco a poco, llevarlo a vuestra vida privada para practicarlo y aprender a hablar de manera asertiva con las personas que queréis. Espero que os haya servido este artículo y que podáis sentir menos frustración a la hora de defender vuestros derechos.

 

Beatriz Regadera Martínez

Psicóloga General Sanitaria con máster en estudios de género.

Nº Col: M- 34783

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