El estilo de vida que adoptamos está formado por unos patrones de comportamiento que están determinados por la interacción entre nuestras características personales individuales, las relaciones sociales y las condiciones de vida socioeconómicas y ambientales (1). La influencia de la sociedad y la cultura sobre los estilos de vida es mayor de la que creemos porque determina cómo debemos pensar y actuar y las normas y roles sociales de género generan unas creencias y comportamientos en salud que son distintos en mujeres y hombres, según sea nuestro grado de conformidad con dichos roles y normas (2).

 

El estereotipo femenino tradicional, o cómo se supone que debe de ser una mujer, como sabemos no es algo innato, sino, una construcción social inculcada a lo largo de la historia que se caracteriza por la sumisión, la pasividad, la dependencia, la emotividad y el cuidado de otros. Por otro lado, a los hombres se les atribuyen otras características que deben cumplir como la dominancia, la agresividad, el control de las emociones y la búsqueda del éxito profesional, entre otros (3).  Ambos estereotipos están relacionados con patologías que afectan a la salud mental y física.

 

Desde el punto de vista biológico, las ciencias biomédicas, salvo por los sistemas reproductivos, han tomado a hombres y mujeres como iguales aplicando los resultados de estudios médicos realizados con población masculina a la femenina. La perspectiva de género en salud contribuye a superar el androcentrismo científico imperante y a estudiar las diferencias en salud teniendo en cuenta, además del sexo, el género y su influencia en la salud de mujeres y hombres (2).

 

Una perspectiva más contextual de la salud en las metodologías de investigación y que supera a la concepción biomédica de la misma, identifica no sólo las diferencias en los modos de enfermar de cada uno de los sexos sino también las diferencias que se deben a la pertenencia al género masculino o al femenino (4).

 

Por ejemplo, las mujeres jóvenes tienen una concepción de la salud que expresan en términos de bienestar y equilibrio con el entorno, mientras que los hombres jóvenes la expresan en relación a la fuerza y potencialidad física de su cuerpo (2).

 

Muchos factores influyen en la salud y la longevidad, o la duración de la vida, tales como la biología, la educación en salud y el acceso a los cuidados de salud, pero muchos científicos creen que los factores más importantes son las conductas en salud (5). Según la OMS, la dieta, el ejercicio, el consumo de sustancias, el uso del apoyo social, las prácticas seguras y el manejo del estrés y la ira, son comportamientos que contribuyen de manera importante a la salud y se pueden modificar. Además, recientes estudios estiman que el 50% de la morbilidad, o la proporción de personas que enferman en un sitio y tiempo determinado, y la mortalidad, se deben a los comportamientos en salud (6).

 

Las estrategias de prevención de la enfermedad y de promoción de la salud pueden ser más eficaces si van orientadas a la concepción de la salud y la enfermedad que tiene su población diana (7), por lo que es importante tener en cuenta el género y las diferencias que existen en la percepción de la salud y los comportamientos en salud en mujeres y hombres.

 

Beatriz Regadera Martínez

Psicóloga General Sanitaria con perspectiva de género

Nº Col: M-34783

 

 

Referencias bibliográficas:

 

(1) Organización Mundial de la salud OMS. (1999) Salud 21. Salud para todos en el siglo XXI. Ministerio de Sanidad y Consumo. Madrid. Disponible en: http://www.famp.es/racs/intranet/otras_secciones/documentos/SALUD%2021.pdf

(2) Lasheras, M. L., Pires, M., y Rodríguez, M. M. (2004). Género y salud. Instituto Andaluz de la mujer. Sevilla: Junta de Andalucía. Consejo para la Igualdad y bienestar social. Consejería de Economía y Hacienda.

(3) Mahalik, J.R., Locke, B., Ludlow, L., Diemer, M., Scott, R.P. J., y Gottfried, M. (2003). Development of the conformity to masculine norms inventory. Psychology of Men and Masculinity, 4, 3-25.

(4) Gil, M. A., Estrada, C., & Aguirre, R. (2002). La investigación cualitativa y la promoción de la salud en la Comunidad de Madrid. Revista Española de Salud Pública, 76 (5), 451- 459.

(5) Mahalik, J.R., Lagan, H.D. y Morrison J.A. (2006). Health Behaviors and Masculinity in Kenyan and U.S. Male College Students. Psychology of Men and Masculinity, 7, 191- 202.

(6) Mokdad, A.H., Marks, J.S., Stroup, D.F., y Gerberding, J.L. (2004). Actual Causes of Death in the United States, 2000. JAMA, 291, (10), 1238-1245.

(7) Conde, F., y Santamarina, C. (1997). Las representaciones sociales sobre la salud de los jóvenes madrileños. Dirección General de Prevención y Promoción de la Salud. Consejería de Sanidad y Servicios Sociales. Madrid.

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