Por Nieves M. Hidalgo

Silvia, una niña de once años, les pidió a sus padres que la llevaran a una psicóloga porque en sus propias palabras tenía “emparanoiaciones” (queriendo decir que se emparanoiaba) y que tenía pensamientos negativos que le hacían sufrir. Silvia lo describía como una voz interior que le decía que podía hacer daño a sus padres. Esta voz interior es conocida pensamiento intrusivo.

Veamos primero qué son los pensamientos intrusivos

Son ideas o imágenes no deseados, involuntarios, que llegan de manera espontánea a la mente y pueden ser agradables (inocuos) o desagradables (atemorizantes, obsesivos o inquietantes).

Cualquier persona puede experimentar estas ideas molestas y persistentes. Sin embargo, si generan sufrimiento psíquico y dificultan el desarrollo de la vida cotidiana, se consideran, a nivel clínico, como síntomas que pueden formar parte de síndromes como el trastorno bipolar, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno de ansiedad, la depresión o el trastorno obsesivo compulsivo.

Aunque las personas traten de apartar este tipo de pensamientos que les hacen sufrir, resultan de muy difícil gestionar y/o eliminar. Suelen causar sentimientos de vergüenza y alto nivel de preocupación pues temen que dichas ideas se hagan realidad. Esto les lleva a mantenerlos en secreto y no buscar ayuda. Creen que sus familiares, amigos, pareja o el propio profesional de salud mental va a pensar que están “locas” y las van a ingresar en un hospital psiquiátrico y/o las van a temer o a desconfiar de ellas.

Gracias al avance de la neurociencia y a los estudios de neuroimagen podemos saber que más del 50% de nuestros pensamientos son espontáneos. Y que no podemos evitar que este tipo de pensamientos aparezca en nuestra mente. La mayor parte de ellos favorece la creatividad, la resolución de problemas y la adaptación a nuevas circunstancias. Son positivos y constructivos.

Por otro lado, ya hemos visto que existen también pensamientos espontáneos negativos que angustian a la persona que los tiene por versar sobre hechos moralmente repulsivos, humillantes, etc. Las ideas intrusivas negativas suelen aparecer cuando uno se encuentra bajo un alto nivel de estrés, se encuentra deprimido, tiene sentimientos de culpabilidad o de enfado.

Cuando se tienen este tipo de pensamientos es importante hacer un diagnóstico y tratamiento precoz solicitando la ayuda profesional a una psicóloga o psicólogo.

Testimonio de Silvia

Cuando Silvia inicia la terapia psicológica se muestra distante y muy reservada. No parece muy dispuesta a confiar en su terapeuta, a pesar de que ha sido ella misma la que ha pedido a sus padres que necesita la ayuda de una psicóloga. Aparenta un cierto nivel de timidez y retraimiento que, poco a poco, va superando con el paso de las sesiones terapeúticas.

A lo largo de nuestras conversaciones, Silvia va manifestando un mayor grado de confianza, y llega el momento en el que se siente capaz de hablar del contenido de sus ideas intrusivas: «Cree que es capaz de matar a sus padres», ello le produce angustia y terror, no puede dormir, tiene dificultades para concentrarse en sus deberes y estudio y pasa todo el día en estado de alerta.

Más avanzada la terapia, Silvia es capaz de reconocer el detonante de dichas ideas: «Su madre le contó que un chico que había matado a sus padres, había salido ya de la cárcel y ahora estaba casado y tenía hijos». Este relato impactó fuertemente en Silvia y dejó una huella en su cerebro que se iba ahondando un poco más, cada vez que escuchaba noticias sobre violencia y veía series de televisión sobre crímenes con su madre.

Es necesario incluir dentro del tratamiento psicológico con menores, sesiones con los padres para orientarles sobre cómo deben proceder para que la evolución en el proceso de recuperación de su hijo/a sea favorable.

En el caso de Silvia, hubo que explicar a los padres:

  1. El impacto que tienen las noticias en los niños. A medida, que los hijos/as van alcanzando etapas más maduras, es más posible que distingan entre sus fantasías y el mundo externo.
  2. Para el logro de esta madurez, los padres tienen que funcionar como un sostén constante y confiable durante un largo periodo de tiempo.
  3. Los padres debemos ser el filtro, la barrera, los que pongamos el límite a lo que es saludable a nivel emocional comunicar o dejar ver o saber a los menores.
  4. Los padres debemos ajustar la información traumática y traumatizante que viene del mundo exterior para protegerles de las malas noticias que llegan del exterior, pero, en especial, protegerles de la angustia y ansiedades de padres y de otros familiares, protegerles de nosotros mismos.
  5. Niños y niñas suelen temer la separación de lo que les resulta familiar y, sobre todo, temen la pérdida de contacto con los padres. En la actualidad, el trabajo y las actitudes predominantes en la sociedad conducen a que padres y madres a pasen muy poco tiempo con los hijos, y sobre todo, muy poco tiempo de calidad.
  6. Hay que hablar con los hijos, conocer sus sentimientos, sus pensamientos. Hay que escucharlos más.
  7. Padres  y madres debemos reflexionar sobre el efecto que los acontecimientos traumáticos del mundo externo tienen sobre los niños en función de si tienen, por ejemplo, una personalidad antisocial, impresionable o ansiógena con tendencia a preocuparse y angustiarse por todo.
  8. Padres, madres y adultos en general debemos asumir el rol de «amortiguadores» de lo externo, de modo que podamos situar a los niños en un entorno que no resulte tan impredecible.

Entrevista con Silvia

Nieves: ¿Silvia, qué has aprendido en la terapia?

Silvia: He aprendido a ser más activa para no aburrirme; a qué hacer para detener mis pensamientos negativos y a sentirme más útil e importante, fuerte e inteligente.

Nieves: ¿Silvia, en qué aspectos has mejorado durante la terapia?

Silvia: Ya no me aburro tanto porque pinto con acuarelas, toco el piano y hago lettering. Ahora me siento más feliz y no pienso en lo que me hace sufrir, sólo si veo series de crímenes, pero gracias al uso de la lógica y de la goma (técnica de detención del pensamiento) se me quitan. Además, ahora sé que es imposible que le haga daño a una persona que quiero, ya que le quiero muchísimo. Sé que soy una persona buena y amable, que nunca hago daño.

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