“No he aprendido a fracasar.” Esta es una de las frases que suelo escuchar en consulta.

Las personas que inician un proceso psicoterapeútico, lo hacen porque presentan un intenso malestar psíquico que puede ponerse de manifiesto a través de estados de ansiedad, tristeza, insomnio, pérdida o aumento del apetito, agotamiento, dolor de cabeza, de espalda, inseguridad, mareos, pérdida o aumento de peso, autolesiones, ideación y/o intentos de suicidio, dificultades de atención y concentración, bajo rendimiento laboral o académico, pérdida del control de la ira, entre otros muchos síntomas.

En el ámbito de las ciencias de la salud, un síntoma es una señal, un indicio de que puede existir alguna alteración, disfunción o enfermedad del organismo y sirve para determinar su naturaleza. En el ámbito de las ciencias de la salud mental, estas señales suelen ser la punta de un iceberg que oculta las raíces o verdaderas causas del malestar existente, sea físico y/o psíquico.

Cuando las personas acuden a terapia, no suelen ser totalmente conscientes de lo que les ocurre, ya que, como le sucede al senderista, la montaña se ve mucho mejor desde el valle, que desde la propia montaña. Tomar distancia, cambiar la perspectiva, dejarnos guiar por un/a psicólogo/a clínico/a suele ser el primer paso para iniciar la recuperación de la salud y del bienestar emocional.

Existen varios factores que desencadenan la solicitud de ayuda profesional, aunque la mayor parte de los clientes reconocen abiertamente que sus dificultades y malestares les venían acompañando desde hacía varios años, incluso desde su infancia o adolescencia. Algunos de los motivos que conducen a pedir cita con un especialista de la salud mental son estos:

  1. Una ruptura de pareja más o menos reciente
  2. La pérdida de un ser querido (fallecimiento de un familiar, pareja, amigo)
  3. La pérdida de un/a amigo/a (distanciamiento, ruptura de la relación)
  4. Estrés laboral
  5. Acoso en el centro laboral o de estudios
  6. Conflictos padres-madres/hijos-as
  7. Crisis existencial
  8. Otros

Una vez que el/la especialista en psicología clínica recoge todos los datos necesarios a través de varias entrevistas personales y cuestionarios de personalidad y clínicos, comienza el proceso psicoterapeútico en el que el cliente/paciente va transmitiendo sus impresiones, recuerdos, sueños,  acontecimientos y, acompañado por su terapeuta, va profundizando en las motivaciones internas que han ido generando el malestar actual.

En el caso de Pedro M. de 45 años de edad, él mismo llegó a la conclusión de que su ansiedad y su inestabilidad emocional guardaba estrecha relación con el hecho de que no había aprendido a fracasar. Se había pasado gran parte de su vida evitando el fracaso. No afrontaba el fracaso por su inseguridad, por el miedo a enfrentarse a cosas nuevas, por el miedo a decepcionar a la gente. A Pedro no le gustaba ser centro de atención, y le costaba tomar decisiones.

¿Qué relación existe entre el miedo al fracaso y la responsabilidad?

Cuando aprendemos que ser responsable es algo malo, algo que genera consecuencias punitivas, de rechazo y aislamiento social. Cuando aprendemos que ser responsable conlleva ser etiquetado de forma negativa porque tienes la culpa de haber hecho algo mal, de no ser perfecto, interiorizamos que nuestra autoestima va ligada a los resultados, no a los procesos, como si el ser humano no tuviera derecho a cometer errores.

Es importante desligar algo tan valioso como nuestra autoestima del hecho de haber cometido un error. Aprendemos con nuestras equivocaciones. Sin error no hay aprendizaje, ni resultados. Para que en 1879 Thomas Alva Edison consiguiera el resultado de la bombilla, tuvo que cometer antes cerca de mil errores o pruebas fallidas.

La autoestima es ese sentimiento de valía personal que nos hace confiar en nuestra capacidad para pensar y resolver problemas. Es lo que nos hace conscientes de ser dignos de respeto con independencia de nuestras limitaciones. Por ello, una de las primeras cosas que debería enseñarse a niños y niñas es a equivocarse. El error, el fallo, es parte inevitable de la condición humana. Hagamos lo que hagamos, la perfección no existe, siempre puede haber una parte de error en nuestras acciones.

Según decía Maxvel Brand, “todo niño debería crecer con la convicción de que no es una tragedia ni una catástrofe cometer un error”. Lo importante es aprender de los fallos, saber levantarse si uno se ha caído para seguir el camino emprendido y recordar que más vale un plato roto que un niño roto, es decir, que hay que prepararse para ver el fracaso como algo humano que nos ayuda a madurar emocionalmente y a mejorar nuestras acciones o el desarrollo de nuevos proyectos.

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