En algunos centros educativos se opera la ley del silencio en torno a los casos de acoso escolar. La posibilidad de que aparezca un caso de este tipo de violencia se percibe como una mancha en el buen expediente del equipo docente y directivo, del colegio o instituto. Por este motivo, muchos padres perciben la indiferencia e incluso la postura defensiva de la institución ante su demanda de ayuda. Y es aquí donde comienza el proceso de victimización secundaria. El niño o adolescente víctima del acoso es cuestionado, una y otra vez, en su versión y culpabilizado al hacerle dudar acerca de la veracidad, exactitud o exageración de las agresiones.

A ello se suma el error básico de atribución, presente en la victimización y según el cual, tanto padres como profesores tienden a responsabilizar al niño víctima de acoso de lo que le ocurre. Sirvan como ejemplo estas frases: «es que no sabes defenderte», «seguro que has hecho algo para que te traten así», «no sabes relacionarte con los demás», «esto te pasa por ser un cobarde», «si cambiases de actitud dejarían de meterse contigo», «si te gustase el fútbol no se reirían de ti», «es lógico, como les contestas mal, ellas te dan de lado». 

Estamos cometiendo un error de atribución cuando le atribuimos al niño o adolescente rasgos, características de personalidad, carencias, limitaciones o actitudes, que le hacen merecedor de tales agresiones o humillaciones.   Cuando un niño, una niña, un adolescente, se atreven a denunciar que son víctimas de acoso escolar, hay que intentar que la instrucción del caso no se convierta en un proceso contra él. No se trata de comenzar a investigar la personalidad o habilidades sociales del chico o la chica que han solicitado protección, sino de confirmar la existencia de las agresiones o vejaciones de las que la víctima ha informado que ha sido objeto e intervenir para que no se sigan produciendo. 

En este vídeo que dura menos de un minuto, las imágenes hablan por sí solas, sin recurrir a la violencia explícita. 

La violencia, bien como conducta de relación o como método de resolución de conflictos entre las personas, provoca consecuencias nefastas y destructivas, tanto físicas como psíquicas. Cuando la violencia afecta a niños o adolescentes, la malignidad es mayor, ya que cualquier niño o niña testigo de un acto violento, además de sufrir una consecuencia dolorosa inmediata, interioriza una experiencia negativa mediante la que aprende el mecanismo de la conducta violenta. Muchos de estos niños acaban pensando que en este mundo lo que realmente funciona es la ley del más fuerte.

Padres, profesores, instituciones educativas, psicólogos, pedagogos y los propios alumnos, todos somos responsables de la existencia del acoso escolar, por lo que nuestro compromiso debe ser informar de su existencia y contribuir a su erradicación, formando en valores como la solidaridad y la empatía, capacitando a los alumnos con nuevas habilidades y herramientas integrándoles en talleres de resolución de conflictos, de expresión de emociones y de comunicación, entre otros, apoyando a esos niños que están siendo objeto de abuso, haciéndoles sentir que les creemos y les comprendemos y que vamos a intervenir de la forma más adecuada para solucionar el problema y que recupere la tranquilidad a la hora de ir a clase, la concentración en los estudios y la confianza en que podrá tener amigos y relacionarse con sus compañeros de manera satisfactoria.

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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