Foto: Matthew Rolston, I. Rossellini

 La salud mental no es simplemente ausencia de enfermedad, sino también la existencia de un bienestar emocional que, en esta etapa de la vida, viene dado por unas buenas relaciones con los demás, dentro de un contexto social y una cultura determinada (Wilson, 1995). El plan de acción sobre salud mental 2013-2020 elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2013) concibe la salud mental como un estado de bienestar en el que el individuo realiza sus capacidades, supera el estrés normal de la vida, trabaja de forma productiva y fructífera, y aporta algo a su comunidad. Con respecto a los niños y a los adolescentes, se hace hincapié en los aspectos del desarrollo, como el sentido positivo de la identidad, la capacidad para gestionar los pensamientos y emociones, así como para crear relaciones sociales, o la aptitud para aprender y adquirir una educación que en última instancia los capacitará para participar activamente en la sociedad.   

En un informe presentado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad sobre la situación de la salud mental de los jóvenes en España (2013), la salud mental es considerada en función de los siguientes parámetros: 

  • Autonomía funcional. 
  • Percepción correcta de la realidad. 
  • Adaptación eficaz y respuesta competente a las demandas del entorno. 
  • Relaciones interpersonales adecuadas. 
  • Percepción de auto-eficacia. 
  • Buen auto-concepto. 
  • Estrategias adecuadas de afrontamiento del estrés. 

Por otro lado, este mismo informe hace referencia a la salud mental como un proceso en el que intervienen factores biológicos, individuales, familiares y sociales, económicos y medioambientales. Considerando la promoción de la salud no como un proceso puntual, sino continuo, durante la infancia y la adolescencia es esencial adquirir un capital de salud.  

¿Qué es un capital de salud?   

Adquisición de actitudes de respuesta saludable ante temas que afectan al bienestar y a la calidad de vida. Adquisición de ciertas habilidades de vida como la habilidad de comunicación, las relaciones sociales, autoestima y asertividad, conocimiento de uno mismo, toma de decisiones, tolerancia y cooperación y control emocional. 

También forma parte de ese capital de salud para adolescentes, la información sobre temas claves como sexualidad, nutrición, drogas, seguridad y riesgos, actividad física y salud mental.     

Andresen et al. (2003), pioneros del Modelo de Recuperación, plantean un concepto original de la salud mental en el proceso de recuperación de las personas que, aunque adquiere su sentido más genuino en los casos de enfermedad mental grave (esquizofrenia, trastorno bipolar, depresión mayor), se puede ampliar a cualquier tipo de psicopatología. En este proceso de recuperación de la salud y el bienestar emocional se incluyen cuatro componentes: 

  • Encontrar esperanza y mantenerla: creer en uno mismo, tener sentido de autocontrol y optimismo de cara al futuro. 
  • Re-establecimiento de una identidad positiva: encontrar una nueva identidad en la que, siendo consciente y asumiendo la enfermedad, se mantenga una buena autoestima. 
  • Construir una vida con sentido: comprender la enfermedad; encontrar un sentido a la vida pese a la enfermedad; dedicarse a vivir. 
  • Asumir responsabilidad y control: sentir que se tiene un cierto control sobre la enfermedad y que es uno mismo el que dirige su vida. 

El apoyo y la inclusión social imprescindibles para la recuperación

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un principio primordial en este modelo de recuperación es que la recuperación de la salud no implica necesariamente la curación o superación de la enfermedad. Se enfatiza el recorrido único e irrepetible, personal, de cada ser humano que vive con problemas de salud mental en el camino de construir su propia vida, más allá de los síntomas. Se trata de la recuperación social. Una persona puede volver a coger las riendas de su vida aunque el problema de salud mental siga presente.

Como sucede con los problemas de salud física, los adolescentes que sufren un problema psicológico necesitan interpretar lo que les ha sucedido e incorporar esta experiencia de modo que aporte un nuevo sentido de identidad personal (Larsen, 2004).

Es necesario hacer mención al concepto de salud mental desde la perspectiva de la psicología comunitaria. Smith y Hobbs (1966) consideraban como fundamental y prioritaria, dentro del campo de la salud mental, la función de prevención. Esto significa programar intervenciones para la detección temprana y el trabajo en las escuelas y otros organismos sociales. Según estos autores, los problemas de salud mental no se deben a una cuestión de deficiencia personal, sino más bien a una deficiencia del sistema social que no proporciona un ambiente adecuado. De ahí, la importancia de la intervención comunitaria. 

Desde el modelo de la psicología comunitaria se construye un concepto de salud mental en términos positivos y en relación interactiva con el entorno, acentuándose su carácter como proceso. Además, se cuestiona y supera la tendencia patologizante centrada en el diagnóstico frente a una visión de estímulo, desarrollo y potenciación de los recursos personales y contextuales. 

Quien disfruta de una buena salud mental se adapta a las circunstancias y produce cambios constructivos en el ambiente.   

Según lo que DuBois (profesor de psicología especializado en psicología clínica infantil y psicología comunitaria y autor de numerosos artículos sobre autoestima en la infancia y adolescencia y de programas de prevención basados en la escuela y en la comunidad), cuenta en la entrevista que le hacen Trull y Phares (2001), la psicología comunitaria tendrá mucho que ofrecer en los años venideros conforme se intensifique la búsqueda de estrategias para enfrentar de forma efectiva y económica los problemas de salud mental. Desde esta entrevista, han transcurrido ya catorce años, quizás éste sea el momento. 

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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