Proteger la infancia, proteger la adolescencia es responsabilidad de todos los agentes sociales

Proteger la infancia y la adolescencia es educar en el seno de la familia, pero también en el centro educativo. Ante una sociedad que vuelve a la impulsividad y agresividad de las cavernas, aunque envueltas en papel couché, debemos reaccionar y no hacer dejación de nuestras funciones como padres, como docentes. El aumento de las tasas de acoso escolar, de suicidios y de problemas de salud mental en niños y adolescentes (1 de cada 5 escolares padece estos problemas) es un síntoma de que algo funciona mal. ¿En qué estamos fallando, padres, educadores, la sociedad en general? ¿Nos estamos desviando del foco prioritario de atención que debería estar constituido por la educación, el cariño, la dedicación y comunicación con nuestros hijos o alumnos? ¿Qué sociedad del futuro estamos construyendo, si permitimos que la violencia se instaure en las aulas? ¿Quién debe dar el primer paso? ¿Las instituciones? ¿Padres y madres? ¿Profesorado? ¿Alumnado?

Las instituciones sólo se hacen eco de este terrible fenómeno cuando los medios de comunicación hacen público el suicidio de un niño o de un adolescente. Es triste y decepcionante, te impide creer en la autenticidad de los programas de nuestros representantes políticos y de su capacidad de afrontar un problema que genera tantas y tan graves secuelas psicológicas como para llegar a tomar la decisión de dejar este mundo definitivamente. ¿Realmente alguien se pone en el lugar de esa niña que acaba de quitarse la vida en su propio dormitorio? ¿Qué niveles de angustia, de dolor, debería de estar padeciendo? No es ninguna broma, no es una llamada de atención. El suicidio es la única salida que encuentra el ser humano ante unas determinadas circunstancias que no se ve capaz de salvar. Solo, culpable, odiándose a sí mismo, impotente, incapaz, inútil, desgraciado, rechazado, excluido, ninguneado e insignificante son sentimientos y pensamientos que un niño o un adolescente puede sentir cuando está siendo acosado.

En muchas ocasiones, padres, madres, profesores y compañeros, aunque intentan ayudar, victimizan una vez más, porque hacen creer que es el agredido, el que debe cambiar, aprender a pasar, aprender a ser asertivo, a defenderse. En ocasiones, se minimiza el problema: «A mi me pasaba lo mismo, cuando era pequeño también se metían conmigo, no le des importancia, cambia de amigos…»

Incluso los protocolos de actuación de los centros escolares no parecen ser útiles. Es la víctima la que debe abandonar el centro escolar, dejar al resto de compañeros, dejar a sus profesores. Quizás cuando ya todo está tan mal, por el abandono en el que se ha dejado al alumno objeto de bullying, sea la mejor opción porque él o ella ya no quieren estar en ese centro educativo, en el que no sólo ha sido víctima de acoso escolar sino que además y, en mi opinión esto es lo más grave, no ha recibido el apoyo necesario y que esperaba de compañeros, profesorado, equipo directivo, etc.

Afrontar la violencia y el acoso escolar es una empresa difícil, de largo y amplio recorrido y en la que deben intervenir todos los agentes sociales clave. Es difícil porque llegar a las raíces del problema que se hayan en el tejido social es complicado. Reflexionando sobre el tema, llego a la conclusión de algunos de los pasos a seguir y de nuevo surgen otras preguntas:

  • Habría que reformar los horarios laborales de modo que padres y madres pudieran ejercer de forma adecuada sus funciones. ¿Están los empresarios dispuestos a ello? ¿Y los padres y madres están preparados para dedicar menos horas a su carrera profesional y en su lugar estar más tiempo con sus hijos? Parece más reconfortante conseguir premios sociales a través de esas medallas que nos ponemos como investigadores, comerciales de alto nivel, catedráticos, gerentes, directores de empresa. Ser padre o madre no ocupa tan buen lugar en el ranking del éxito social. Es menos importante, concede un estatus menos valioso que otras ocupaciones.
  • Habría que establecer como una de las prioridades de los planes de actuación de los centros educativos la consecución de una convivencia saludable, con una mayor participación e implicación del alumnado y del profesorado para que ello sea posible. ¿Cuentan los profesores con la vocación suficiente para entregarse a esta labor? ¿Y los equipos directivos? Quizás ahora las prioridades están en ser un centro de «altura», un centro donde los niños aprendan a leer y escribir en educación infantil, en lugar de en educación primaria. Quizás, ahora, las medallas se ponen en el bilingüismo y en los bachilleres de investigación. Es muy loable la formación académica, pero de qué sirve que nuestros hijos sean profesores o ingenieros si no han aprendido la importancia de saber vivir, de saber «con-vivir» de forma saludable, si no conocen la importancia de la cooperación y de otros valores necesarios para ser «Persona», para ser auténtico, para participar como uno más en las actividades de la comunidad.

Estas son algunas de las propuestas, quizás suenen a utopía, pero deberíamos tomar en serio el tema del acoso escolar e incidir en sus causas. Mientras tanto, es urgente la intervención en los centros educativos que deben de ponerse las pilas en este sentido y, en caso necesario, pedir ayuda externa a profesionales y especialistas que puedan ofrecer recursos, herramientas y soluciones. Intentar en primer lugar, prevenir y evitar las situaciones de acoso, haciendo talleres en los que todos los alumnos participen y, si se ha llegado tarde, intentar apoyar verdaderamente al alumno que está siendo acosado.

Mª Nieves Martínez Hidalgo

Psicóloga Clínica / Psicoterapeuta Acreditada – https://nievesmhidalgo.com

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