óleo Joaquín Regadera 

“Se puede identificar a estos niños de modo casi instantáneo. Se les reconoce por pequeños detalles, por ejemplo, su forma de entrar en el consultorio en su primera visita, su comportamiento en los momentos iniciales de esta y las primeras palabras que pronuncian” Hans Asperger

La inteligencia social es bidireccional. En la cognición social no sólo se hallan implicados procesos en los que únicamente los pensamientos, los sentimientos o las creencias se transmiten de un cerebro a otro y qué efecto producen en éste, sino también cómo ese cerebro está produciendo, al mismo tiempo, sus propios procesos para influir en la mente del otro. Les humanes somos sistemas intencionales. La característica fundamental de la actitud intencional es la de tratar a una entidad como a un agente -atribuyéndole creencias y deseos- para tratar de predecir sus acciones. Un jugador de baloncesto se mueve porque desea moverse (psicología popular), pero una pelota se mueve sólo si la impulsas (física popular). Las personas con síndrome de Asperger seríamos buenos físicos populares (sistematizadores) y malos psicólogos populares (empatizadores) por un déficit a la hora de pensar y predecir el pensamiento del otro. Se trata, por tanto, de la habilidad para comprender y predecir la conducta de otras personas, sus conocimientos, sus intenciones y sus creencias. Es una habilidad heterometacognitiva: cómo un sistema cognitivo logra conocer los contenidos de otro sistema cognitivo diferente de aquel con el que se lleva a cabo dicho conocimiento. Es lo que también podríamos llamar cognición social, mentalización, psicología popular, psicología intuitiva o conducta intencional. Incluso el chimpancé es capaz de atribuir al actor humano estados mentales como la intención y el conocimiento. El chimpacé supone que el actor humano desea conseguir algo y sabe cómo hacerlo. Los animales son capaces de concertar sus acciones en beneficio de la comunidad social o utilizar estrategias para engañar al enemigo.   

Cooperar y también competir con los congéneres requiere explorar, anticipar y manipular el comportamiento ajeno. Ello implica una habilidad cognitiva -rudimentaria en el caso de los antropoides- de acceso o reconocimiento del estado mental del otro. Sólo les humanes y unas pocas especies de los grandes simios son capaces de llevar a cabo este tipo de metarrepresentaciones en las que parecen incluirse aspectos diferenciados como los estadios emocionales o los procesos cognitivos. Las personas con síndrome de Asperger, como Ludwig Wittgenstein, tenemos problemas para teorizar acerca de la mente de los demás, por una falta en el desarrollo de la comprensión social y una traba en nuestras capacidades para atribuir estados mentales independientes a une misme y a les demás con el fin de predecir y explicar los comportamientos. Les asperger experimentamos una contrariedad en las habilidades cognitivas subyacentes para comprender el juego de ficción, y mostramos alteraciones en la imaginación. Esto constituye una alteración específica del mecanismo cognitivo necesario para representarse estados mentales o mentalizar. Este mecanismo puede ser innato y específico, lo que haría posible que esta función fuese distinta en una persona con una inteligencia normal en otros aspectos.   

El asperger es, por tanto, una diversidad neuronal en las capacidades que impliquen inferencias (deducciones) y atribuciones (interpretaciones). La amígdala parece desempeñar una importante función en las emociones y la conducta social ya que su principal cometido es convertir las representaciones perceptuales en cognición y conducta para dotar de valor emocional y social a dichos estímulos. La amígdala desempeña una función crucial en el reconocimiento y la identificación de las emociones, y en el reconocimiento de la prosodia emocional de las expresiones de ira y miedo. Pensar el pensamiento del otro es una capacidad modular que puede adquirirse de formas diferenciadas pero, en el fondo de la cuestión, se halla la idea de un módulo genéticamente determinado que es activado por los estímulos ambientales, como ocurriría en el lenguaje, o bien, como una propiedad o habilidad sin una base innata, pero que sería una capacidad cognitivamente penetrable por el aprendizaje o la inducción. Una de las complejidades de esta capacidad es la de extraer un significado en función de un contexto social particular, lo que conllevaría la necesidad de una coherencia central o global que debe superar la literalidad para generar un significado determinado en un contexto concreto. Nuestro déficit en la coherencia central sería más universal y persistente que nuestra inhabilidad para atribuir estados mentales o falsas creencias. Estudios con tomografía por emisión de positrones han demostrado que este tipo de tareas produce un incremento de flujo cerebral en el giro frontal medial izquierdo y una activación significativa en la corteza cingulada posterior. La corteza frontal medial sería la encargada de diferenciar las representaciones de estados mentales de la representación de situaciones físicas, la región temporal superior sería la responsable de la detección y la anticipación de la conducta del otro y los polos temporales guardarían más relación con el acceso al conocimiento social del argumento de la historia. Las personas antisociales pueden captar y comprender los casos de meteduras de pata pero éstos no provocan ningún impacto emocional, es decir, pueden definir lo que siente el otro pero no podrían sentir lo que siente (empatía).   

Las observaciones en grandes simios sugieren que nuestros ancestros vivían las relaciones sociales guiados por emociones tales como la empatía, la ira, la gratitud o los celos. El razonamiento moral implica abstracción e introspección. Aspectos como la empatía pueden contener componentes en los que una situación determinada activa un estado visceral de verme ‘yo en esa situación, como sujeto activo’, y ese cambio visceral produce una activación emocional. Estas habilidades metacognitivas más complejas emergen con la maduración cerebral fruto del desarrollo individual (experiencial) a través del cual una persona logra una representación de sí misma (autoconciencia) y de les demás, con la capacidad para reaccionar emocionalmente ante las experiencias de les demás. La diferenciación entre cognitivo y emocional es sólo una diferencial artificial, entre el procesamiento de la información y los aspectos emocionales y afectivos. Las neuronas espejo tienen la facultad de descargar impulsos tanto cuando la persona observa a otro realizar un movimiento como cuando es la propia persona quien lo ejecuta. Estas neuronas forman parte de un sistema de percepción/ejecución de modo que la simple observación de movimientos de la mano, de la boca o del pie activa las mismas regiones específicas de la corteza motora que si se estuvieran realizando esos movimientos, aun cuando esta activación motora no se transforme en movimiento actuado visible. Un mecanismo neural basado en neuronas espejo puede ser crucial para explicar la representación que nos hacemos de las conductas de otres y la empatía, lo que posiblemente se encuentre en la base de las conductas de cooperación entre miembros de un grupo. La inteligencia social es la capacidad de percibir los propios estados mentales y el de les otres para actuar de forma optimizada basándose en dicha información.  

Joaquín Regadera (Cineasta)

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  • Fuente: Tirapu-Ustárroz, J., Pérez-Sayes, G., Erekatxo-Bilbao, M., & Pelegrín-Valero, C. (2007). ¿Qué es la teoría de la mente? Revista de neurología, 44(8), 479-489.

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