Para vivir en armonía hemos de ser buenas personas y, para ello, lo primero es mejorar dejando de pensar, de decir y de hacer el mal. La jerarquía competente no es una cuestión de poder sino de aptitud. Para ello conviene comprender que los sistemas cognitivos son la interpretación del mundo y tienen niveles axiomáticos. Si nuestra subestructura axiomática es la ciencia y ésta, la ciencia, da por errónea una creencia, cambiamos la creencia. Pero si nuestra subestructura axiomática es la creencia y ésta, la creencia, da por errónea una ciencia, cambiamos la ciencia. La dinámica entre la armonía y el desequilibrio se haya entre nuestros hemisferios. El izquierdo se dedica a lo que conocemos y el derecho a lo que desconocemos. El izquierdo opera lo no verbal, las motivaciones biológicas y emocionales. Nuestro sistemas axiomáticos se validan mediante la práctica con les demás en función de sus respuestas emocionales. Se validan sólo si a lo largo del tiempo satisfacen a les demás. Modelamos el mundo imitándolo, asignándonos roles que satisfagan a les demás para hacer que el juego continúe. El sistema axiomático no se justifica con referencia al método científico sino con base en la satisfacción de todes les participantes. Mientras el poder degenera en violencia, las jerarquías espontáneas funcionan porque resultan satisfactorias, a pesar de que se refinen hasta lo dramático. Lo que opera al comienzo de las jerarquías espontáneas es el logos, lo admirable. Nuestra cultura se basa en la evolución de formas exitosas de maniobrar dentro de las estructuras jerárquicas, mapeando nuestra adaptación; primero, mediante la admiración; segundo, imitando aquello que admiramos, extrayendo aquello que nos interesa para exteriorizarlo con nuestra estructura corporal; tercero, describiendo los patrones de éxito para establecer las reglas, habitualmente basadas en las costumbres. Es decir, mapeamos las costumbres del drama para representarlas, transmitirlas y tenerlas a nuestro alcance. Y luego nos alejamos de las costumbres para contemplar cuáles son las similitudes entre todas ellas.

Lo bueno y lo malo no son las personas en sí sino algo que está en ellas. Por ejemplo, Eric Harris, uno de los asesinos de la Masacre de la Escuela Secundaria de Columbine, estaba poseído por una maldad que sólo pudo descubrir al sentarse en un lugar oscuro para alimentar su odio durante meses y años hasta que éste lo controló. Mas también podría haberlo controlado el amor, con la distinción de que el potencial de las buenas intenciones es lo que da lugar a la armonía. En cualquier caso, se trata de comprender que lo que sabemos ya no es suficiente, porque si creyésemos que sí lo es, suplantaríamos lo transcendental. Lo transcendental es el despertar, es el hecho de reconocernos desnudas, vulnerables, mortales, susceptibles de caer en el bien y el mal. Lo transcendental es la cognición que delimita la separación entre la ética y la realidad del objeto, es decir, la realidad de aquello que tiene sus propias reglas. Cuando descubrimos nuestra desnudez y vulnerabilidad, nos avergonzamos y escondemos del mundo o de nuestro destino porque dudamos de nuestras capacidades. Y nos resentimos no sólo porque descubramos que nosotres mismes seamos vulnerables sino porque comprendemos que les demás lo son también y por tanto podríamos hacerles daño. Esta es la cognición con la discernimos entre el bien y el mal, el proceso con el que desarrollamos nuestra capacidad crítica.  

El logos es lo admirable que actúa en las personas hacia lo bueno. La consciencia ha de tomar sus propias decisiones sobre qué debe multiplicarse. Así es como el meme se convierte en una realidad biológica, porque hay algunas formas de conceptualizar que se vuelven integrales, como una fuerza evolutiva en sí misma. La consciencia extrae lo correcto del potencial mediante la verdad. Luego se manifiesta en la consciencia individual, dando lugar al logos interno, fundamento metafísico de la idea del derecho y la responsabilidad naturales. El logos es la fuerza que impulsa la evolución humana. Se ha de tener el debido respeto por une misme y el debido miedo de une misme, porque las decisiones que se toman podrían desviar la estructura de la realidad. Somos agentes actives dotades de logos, y hemos de tratar a les otres de manera que quieran jugar con nosotres. Hemos de lavarnos los ojos después de cada mirada, porque debemos tomar el caos que tenemos enfrente para convertirlo en un orden habitable con la actitud adecuada para hacerlo. Hemos de limpiar nuestra habitación, concibiendo el orden en relación con un propósito. Hemos de armonizarnos a nosotres mismes, y más adelante a nuestros alrededores inmediatos. Con disciplina, hemos de abarcar objetivos a nuestro alcance, porque cualquier pequeño éxito proyecta luz sobre la existencia, si tomamos en serio nuestro microcosmos. Hacer que nuestros microcosmos sea significativo es la embarcación que nos llevará a través de la tormenta cuando cerremos la escotilla. Nuestros errores están ligados al infierno de la tormenta. La culpa no es tanto de los líderes como de los fracasos éticos de todes les individues no dispuestes a expresar sus verdades ni a actuar acorde a lo que saben que es correcto y que terminan acumulando y produciendo el desastre. Tenemos que armonizarnos para manifestar nuestro potencial, porque conseguir que lo literal y lo metafórico funcionen al mismo tiempo construye realidad. Por ende, tenemos que arreglar nuestra vida para evitar cometer errores conscientes que nos conducirían al malestar.  

El porno es fruto del puritanismo, del decoro de la relación entre los cuerpos. La mutación antropológica se trata del impacto de las tecnologías digitales sobre nuestra percepción y nuestra sensibilidad, sobre nuestra capacidad de interpretar señales no discursivas, no-codificadas. Capacidad que se ve atrofiada por nuestra exposición a las tecnologías digitales que funcionan según la lógica formateada del código. El alcance de la mutación digital es muy profundo, porque la atrofia de la sensibilidad implica una atrofia de la empatía, que es la capacidad de sentir-con, de sentir al otro como prolongación de mi existencia y de mi cuerpo. La base sensible de la solidaridad. Los seres humanos están hablando con autómatas y perdiendo la capacidad de hablar con otros seres humanos. La relación entre seres humanos se ha vuelto una relación sin cortesía, sin este tipo de sabiduría especial que es el desciframiento de la ambigüedad en condiciones de empatía. El porno es justamente la sexualidad sin ambigüedad, donde la ambigüedad queda cancelada desde el comienzo. Se sabe siempre lo que va a pasar. Por el contrario, el aburrimiento es pasar una tarde imaginando cosas, no sabiendo exactamente qué hacer ni qué va a pasar. Hay un mundo entero que se abre. Entonces une se aburre y desea la aventura. No obstante, hoy vivimos en la condición totalmente contraria: una condición de angustia, de exceso de aventuras, demasiadas aventuras que además no vivimos pero que nos rodean y que nos obligan a vivir eventos que no estamos viviendo. La palabra ha sido despegada del cuerpo. Hablamos mucho, pero los cuerpos no se encuentran. Y cuando los cuerpos se encuentran no saben hablar. Ese es el problema de la relación erótica, y también el problema de la relación política y de la relación social. Tenemos que empezar, no sólo un discurso, sino una práctica de relajación de las expectativas, en primer lugar en la dimensión de la existencia cotidiana. Hay que decir: “sí, la aceleración y el deseo de tener muchas cosas han ganado, pero ¿y a mí qué me importa?” Lo importante no es ganar o perder, sino permanecer impecables, elegantes. Impecable significa que no hay reglas, que yo decido las reglas con mis amigues. Y la única regla que vale es la regla que nosotres decidimos. Se puede fundar una política sobre la idea de que no hay reglas, sólo las reglas que decidimos de manera afectiva, erótica, siempre tentativa, siempre redefinible. Esa es la manera de enfrentar el miedo. Tenemos miedo a la percepción de que la vida se nos está escapando y no la vivimos. Mas, la buena vida puede ser volver al aburrimiento. Sí, volver al aburrimiento como terapia de la angustia es la manera de enfrentar el problema. Porque el movimiento de relajación de las expectativas es el comienzo para una nueva aventura.

Joaquín Regadera (Cineasta)

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