Por Dra. Nieves M. Hidalgo

En este artículo voy a desarrollar la tarea que todos tenemos pendiente: la de lograr ser quienes verdaderamente somos en una sociedad que premia el conformismo.

  1. Comprender que no nos educan para Ser, nos educan para Tener. Erich Fromm nos habla de las diferentes consecuencias al elegir entre Ser o Tener. En su libro titulado ¿Tener o ser? describe cómo las personas y las sociedades han ido evolucionando frente a dos orientaciones, la orientación del ser y la del tener. Vivimos en una sociedad que requiere cada vez una mayor productividad orientada por el tener y cuando uno no cumple con las reglas derivadas de la industrialización, -es decir, si no consumes, no tienes- el hecho de no tener lleva implícito el hecho de no ser. Sin embargo, Fromm afirma que la productividad tiene más que ver con nuestra historia, con nuestra forma de pensar, con el hecho de cómo nos posicionamos frente a los problemas. Según Fromm, se trata más bien, de un proceso de ser y por ello critica la postura infantilizada del ser humano que reduce su desarrollo limitándose al proceso de tener.
  2. Tener presente que no nos educan en la diversidad, nos educan para conformar un rebaño de personas adocenadas para el consumo y para detectar con facilidad a los que son o se muestran diferentes. Erich Fromm afirmaba que cuando nos orientamos hacia el ser, tanto una cualidad como una discapacidad no nos identifica, las personas somos mucho más que un conjunto de fortalezas y limitaciones. Somos la historia única e irrepetible de nuestro ser. De ahí la importancia de referirse al tener y no al ser cuando uno habla de su diversidad: Tengo una capacidad excelente para el cálculo; tengo una discapacidad psicosocial. Tengo esquizofrenia, pero no soy esquizofrénico. Tengo altas capacidades, pero no soy superdotado (seguro que hay algún campo en el que no solo no sobresalgo, sino que me resulta difícil obtener un resultado medio). No puedo reducir todo mi ser a una de mis diversidades. Tampoco podemos decir que valemos por lo que tenemos. Es más saludable pensar en que valemos por lo que somos. Valores como la solidaridad, la responsabilidad, la lealtad, el compromiso, dicen más de ti que la carrera universitaria, el piso o el coche que tienes.
  3. Saber detectar que no nos educan en el amor propio, sino en el amor que nos dan los demás. Si te quieren, te sube la autoestima, si te valoran, te sientes más importante y mejor contigo mismo. El amor debería ser incondicional, en especial, en la niñez. El amor no debería estar sujeto al cumplimiento de normas sociales y familiares, de cánones de belleza en boga y/o de objetivos escolares o académicos. Una madre o un padre debería decirle a su hijo: «te amo por ser como eres, con tus virtudes y con tus defectos»; una maestra o maestro debería transmitir a su alumnado el amor a los libros, a las artes, al estímulo de la creatividad y al valor de la diversidad. También deberían contagiarles la felicidad y el placer que produce el hecho de aprender sin obligaciones. Sin embargo, esto no sucede así y el refuerzo positivo o negativo llega a través de la aprobación o desaprobación social. Cuando eres un cisne negro al que todos miran con recelo por mostrarte diferente, te conviertes en blanco fácil del acoso y la violencia escolar. Son muchos los niños y adolescentes que sucumben ante el insulto, el desprecio, la invisibilidad, los golpes y las actitudes de discriminación y rechazo, llegando al ostracismo o al suicidio.
  4. Las consecuencias de esta educación que normaliza la violencia y la competitividad entre iguales, la violencia en el seno de la familia, en la sociedad y en centros escolares, son muy graves. Un 20% de alumnos y alumnas de 12 a 16 años (1 de cada 5) presenta problemas de salud mental -depresión y ansiedad son los cuadros clínicos más frecuentes (Martínez-Hidalgo, 2015)- y muy pocos pueden acceder a un diagnóstico y tratamiento temprano que podría prevenir el agravamiento de la sintomatología existente, el abandono y/o fracaso escolar, la elevada tasa de suicidios (70.000 adolescentes se suicidan al año en todo el mundo) y el abuso de sustancias, entre otras. La barrera al acceso a los centros de salud mental deriva directamente del estigma social (el miedo a ser etiquetado como loco, débil, inmaduro o inútil y ser rechazado por ello) y del estigma institucional (escasez de recursos a nivel de prevención, promoción y educación para la salud mental y a nivel del excesivamente bajo número de profesionales tanto en atención primaria como en centros de salud mental que genera listas de espera entre 3 y 5 meses ). El autoestigma es uno de los efectos causados por esta educación basada en el chantaje emocional «del qué dirán». Uno acaba interiorizando y viviendo como propias las etiquetas que te han ido colocando a lo largo de la vida: «No vales», «No eres suficiente», «Eres un gandul y un inepto», «No sirves para estudiar», «No puedes ni aprobar un examen», «Vistes como un idiota», «Eres un cortarrollos». Al final, te las crees y piensas en todo ello, generándose en ti un sentimiento de inferioridad, de baja autoestima, de miedo al fracaso, de horror al error, de miedo a que se den cuenta de que no eres tan guay como dicen que eres en algunos grupos (de ser un impostor), de desconfianza en ti mismo y hacia los demás y de inseguridad

 

                        La importancia de llegar a valorarse y sentir amor hacia uno mismo

 

Orientaciones para el proceso de ser:

    • Haz un listado con todas las cosas buenas que hay en tu interior y agradece cada mañana ser así. Seguro que te va a costar más trabajo que criticarte cada día por tus miedos, errores y defectos, pero el resultado va a ser mucho más constructivo.
    • No pongas tu autoestima en manos de nadie. Como sabes, autoestima significa la estima que tú tienes de ti mismo y un hábito bastante saludable es que comiences a valorarte y a quererte a ti mismo y por ti mismo. Nos han educado para buscar el reconocimiento (afecto, valía) en los demás, a través del logro de una determinada imagen física, de una excelente imagen profesional, de una buena imagen como ciudadano, incluso las instituciones conceden premios al mejor profesional o al voluntario más solidario. No nos educan ni se refuerza una autoestima basada en nuestro proceso de ser.
    • Rebelarte contra este tipo de condicionamiento cobra mayor sentido y puede darte el empuje necesario para romper con el rol de víctima: «todo lo hacemos mal» o «de que si cometemos un error no nos querrán o no nos darán su reconocimiento y/o apoyo.»
    • Autorrevelarnos, afirmando con asertividad ante nosotros mismos y ante los demás quiénes somos y con la fuerza que da la humildad y la sinceridad aprovechar los valores que hemos potenciado en el proceso de llegar a ser para querernos y estimarnos a nosotros mismos. ¿Y qué, si no nos dan su reconocimiento? Lo importante es el camino, el desarrollo de tu vida orientándote hacia lo que quieres y puedes.A veces, cuando no me he sentido valorada, me he dicho a mi misma: «quiero ser como antiguamente eran los médicos del pueblo». Personas que hacían su trabajo con vocación auténtica, muchas veces sin cobrar, y vivían tranquilamente en sus casas, sin necesidad de que les hicieran una entrevista en un reputado periódico o en cualquier canal de televisión, o de que les pusieran la medalla al mejor médico de España.
    • Y decir, ¡Si!, soy tan solo un ser humano, limitado, diverso, con mis flaquezas y mis competencias; ¡Si!, aquí estoy yo, ocupando mi lugar en el mundo con mis defectos y mis valores; ¡Si! y mi juego es sincero y transparente, no divino; En mis manos no se halla la solución a todos los problemas, ni el control de todo, lo sé; En mis manos, tengo seguro la posibilidad de construir una vida armoniosa, entusiasta, una vida llena de amor a mi mismo, de amor a todo lo que hago, de amor a las personas con las que convivo; ¡Si!, en este orden, y no se trata de caer en la vanidad, en el egocentrismo o en el narcisismo; Se trata de un egoísmo saludable: no puedo descuidar mi barco aunque el tuyo tenga una avería, puedo echarte una mano, pero tengo que seguir dando prioridad al manejo y cuidado del mío. De este modo, si algún día tu barco está naufragando, yo podré ir con el mío para ayudare a salvar tu vida.
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