Por Nieves M. Hidalgo

¿Qué es el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, el TDAH? ¿Existe el TDAH? ¿O es una enfermedad ficticia como declaró unos años antes de morir el Dr. Eisenberg? ¿Quiso decir este psiquiatra que realmente no existía este cuadro diagnóstico o que se estaba diagnosticando a niños que realmente no tenían TDAH? ¿El TDAH es una etiqueta diagnóstica generada ad hoc para el lucro de las compañías farmaceúticas? ¿O es un trastorno neurológico?

Estas son preguntas que muchos familiares de niños/as con TDAH se plantean, y que además dividen a los científicos en distintas corrientes de pensamiento.

Hoy en día, parece que cualquier chico que no atiende en clase o presenta conductas disruptivas en el aula puede presentar TDAH. Sin embargo, esto no es así y para hacer una evaluación eficaz del niño o niña que viene con sus padres a la consulta porque según ellos es un niño muy «distraído e hiperactivo» hay que hacer entrevistas tanto a los padres como al tutor o tutora del curso en el que está matriculado el/la niño/a.

Para nuestra sorpresa, el comportamiento y el nivel de atención de la mayor parte de estos/s niños/as en consulta entra dentro de los cánones esperados a su edad. Y, aunque la evaluación realizada por el padre y la madre suele dar puntuaciones elevadas tanto en déficit de atención como en hiperactividad, las puntuaciones que alcanza el alumno en el análisis aportado por su tutor/a sobre sus niveles de atención y su comportamiento e impulsividad en el aula son bastante bajos, confirmando la observación realizada por la psicóloga en la consulta.

Cuando el TDAH está presente son los tutores los que informan a los padres, iniciándose en el centro educativo un protocolo de evaluación por parte del equipo de orientación que prepara los informes, orientaciones, derivaciones a otros profesionales (en caso de ser necesario) y las adaptaciones curriculares pertinentes de cara a mejorar su rendimiento académico y su comportamiento y bienestar emocional en el aula.

«Negar la existencia del TDAH es privar a los afectados y a sus familias de un buen tratamiento y eso es una irresponsabilidad y temeridad»  Regina Cobo San Miguel. Presidenta de Fundación CADAH

¿Se hereda?, ¿Se nace con TDAH?

No cabe duda de que se nace con o sin TDAH, pero los factores ambientales, sociales, y culturales en los que se desarrolla cada persona son variables que van a modular la intensidad de la sintomatología.

Las características principales del TDAH incluyen falta de atención y comportamiento hiperactivo-impulsivo. Los síntomas del TDAH comienzan antes de los 12 años de edad y, en algunos niños, incluso, a partir de los 3 años de edad. Estos síntomas pueden ser leves, moderados o graves, y pueden continuar hasta la edad adulta. El porcentaje de hombres con TDAH es superior al porcentaje de mujeres.

¿Cómo afecta el estigma asociado a los niños y niñas con TDAH?

Cuando un niño o una niña son diagnosticados con TDAH reciben de forma automática una gran etiqueta que les señala, les hace ser objeto de burla, rechazo y discriminación. Estas actitudes estigmatizantes impiden que se conozca realmente quién es ese niño o esa niña que se mueve tanto o que actúa de forma impulsiva. Los menores con TDAH no sólo sufren las consecuencias derivadas de su sintomatología, también tienen que soportar el peso del rechazo social, escolar y familiar por tener dicha etiqueta. Los padres de estos menores también sufren el estigma de cortesía y pueden llegar a sentir y vivir la discriminación social en primera persona (de parte de los padres de otros alumnos, de algunos de sus familiares, etc).

En diversas investigaciones realizadas por psicólogos sociales se ha descubierto que las etiquetas diagnósticas tienen un efecto perjudicial y conducen al efecto de la profecía autocumplida y la discriminación resultante. Estas etiquetas son estereotipos sociales, categorías de enfermedades físicas o mentales, dentro de las que hay una enorme variación individual. En una interesante investigación realizada con alumnado con TDAH, se concluye el efecto de las expectativas: Los profesores identificaron más síntomas en el alumnado del que habían sido informados que tenían TDAH que en el que habían sido informados que no lo tenían (y si tenían TDAH). Además, les concedieron menos valía para la ejecución de tareas difíciles (Ver Tesis).

Estas categorías diagnósticas implican un sesgo y su inexactitud e imprecisión conducen a generar profecías autocumplidas.  Harris et al. (1990) en su estudio concluyen que se observa el efecto de las expectativas, tanto en los perceptores (profesores) como en los objetivos (alumnado con TDAH). Los profesores identificaron más síntomas en el alumnado del que habían sido informados tenían TDAH que en el que no lo tenían. Además, les concedieron menos valía para la ejecución de tareas difíciles.

En este mismo estudio, se concluye que estas etiquetas también influyen sobre las actitudes y conductas de niños hacia compañeros con TDAH (diagnóstico real) y hacia otros compañeros de los que se informó que también tenían TDAH (pero no era verdad),  Al alumnado que fue informado de que iban a interactuar con compañeros con hiperactividad (auténticos y no auténticos) la tarea a realizar les resultó más difícil que a aquellos a los que no se les informó. Además, estuvieron menos dispuestos a ayudar al compañero para que realizase bien la tarea, demostrando poca empatía y solidaridad.

Ante cualquier problema de salud mental, el apoyo de los compañeros, de los profesores, de padres y madres y de otros familiares es imprescindible para una evolución positiva en el proceso de recuperación, teniendo en cuenta que la recuperación no implica la total remisión de los síntomas, sino la recuperación de ese niño o de esa niña como un ser humano tan válido y tan importante como cualquier otro.

Testimonio audiovisual de Manuel Ruiz

Un testimonio con fuerza, sin dramatismos ni frivolidades. En este testimonio audiovisual, Manuel Ruiz nos cuenta, a la edad de 27 años, su experiencia tras ser diagnosticado de TDAH a los 7 años de edad. Hace especial hincapié en los «motes» con los que sus compañeros le etiquetaron: el raro… el loco… siempre le llamaron así. «Que te encasillen en la sociedad pesa en ti»

«Mi adolescencia es mi cicatriz más grande. He tenido que luchar contra la etiqueta que se me puso desde pequeño y muchas veces te lo crees…»

«Lo bueno de las etiquetas es que se despegan»  -Comenta Manuel, al final del vídeo.

Vídeo realizado por Ismael G. Nicolás y Manuel Ruiz.

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